“LOS MEDIOS DE COMUNICACION EN EL PAÍS ESTÁN CAUSANDO IMAGINARIOS QUE NO SON Y LO QUE ES PEOR A PARTIR DE LAS MENTIRAS PROVOCANDO TOTAL DESPREOCUPACIÓN EN UNA PARTE DE LOS COLOMBIANOS, SUS FAMILIARES, AMIGOS, GENTE DEL COMÚN Y TODOS LOS QUE PRETENDEN DEFENDER UN DISCURSO TAN POBRE Y EXCLUYENTE COMO LO ES EL DE LA ACCIÓN VIOLENTA Y LA COACCIÓN FÍSICA POR PARTE DEL GOBIERNO PARAMILITAR, DESPREOCUPACIÓN A TAL PUNTO DE DECIR “QUE LOS MATEN.”(Comunicado Dirigido a los colombianos, los medios y sus dirigentes. Tomado de http://www.nasaacin.org).
Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
No sorprende el silencio de los medios de comunicación frente a la Minga Indígena que llegó a Cali el 13 de octubre de 2009. Y es así porque RCN y Caracol, y otros medios, deben haber recibido la orden presidencial de no cubrir el desplazamiento y la protesta de los indígenas que desde el Cauca caminan la palabra para rechazar el modelo económico, los TLC, y las acciones legales de despojo puestas en marcha durante la administración de Uribe y claro, poner en evidencia viejos acuerdos incumplidos por el Estado.
No sorprende el silencio de los medios colombianos (se han publicado tímidas notas, pero no se activó el seguimiento a un hecho, que sin duda, corresponde a la categoría de noticioso), pues hace rato tomaron la decisión de jugar al lado del gobierno, abandonando cualquier posibilidad de cubrir hechos que cuestionen no sólo la legitimidad del Estado, sino la de este gobierno.
Si la Minga misma, como hecho político, no amerita ser cubierto periodísticamente, entonces, para qué medios de comunicación. Qué están esperando entonces estas empresas mediáticas, que se presente un enfrentamiento entre los comuneros y las autoridades, con un resultado de varios muertos y heridos. ¿Eso sí llamaría su atención? Quizás la orden presidencial, de Sarmiento Angulo, de José Obdulio, o del propio Ardilla Lülle, o de quien viniere, debe ser precisa: los asuntos indígenas -con todo y protesta- deben invisibilizarse. La Minga es un hecho político que debe ocultarse. Quizás por ello la Minga no es noticia.
Lo han logrado, pero olvidan estos medios que existen, por fortuna, otros canales de generación de opinión pública, que para el caso colombiano, se vienen fortaleciendo en otros ámbitos públicos y privados. Cada vez más las audiencias saben de la tarea de ocultamiento y protección de la imagen del gobierno que asumió la gran prensa en Colombia. Ha perdido credibilidad y cada vez los colombianos son conscientes de que el periodismo en Colombia -con escasas excepciones- se entregó al poder económico y político, se dejó cooptar. No hay periodismo en Colombia, hay empresas de mensajería. No hay periodistas, hay estafetas. Ya no hay reporteros, hay mandaderos.
En el fondo, la Minga Indígena lo que nos pone de presente es la inviabilidad de un proyecto económico y político que sólo beneficia a unos pocos. Nos advierte sobre la posibilidad real de que recursos geoestratégicos como el agua, los bosques, la biodiversidad, entre otros, queden en manos de multinacionales y actores empresariales nacionales que buscan quitar y borrar del camino a indígenas, negros y campesinos, que asentados en las zonas biodiversas, sobreviven y resisten las arremetidas jurídicas (estatuto rural, por ejemplo) y las acciones de narcoparamilitares y de las propias guerrillas. Todo ello, amparado por un Estado ilegítimo, que ha sido cooptado por una dinámica empresarial envilecida con el poder económico, capaz de poner en venta los recursos de la nación, y con ello, poner en peligro los proyectos colectivos e individuales, y la vida misma, de indígenas, negros y campesinos.
Lo que resulta curioso es que dichas circunstancias han sido presentadas, a veces de manera inconexa por los propios medios, como hechos noticiables y noticiosos. Pero es tal la torpeza, la ceguera y la estrechez mental de medios y periodistas, que son incapaces de acercarse a la Minga Indígena para intentar amarrar dichas circunstancias y hechos y obtener así una visión amplia de lo que se esconde detrás de un modelo económico que va en contravía del espíritu de la Constitución Política de Colombia y claro, del bienestar de millones de colombianos.
Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
No sorprende el silencio de los medios de comunicación frente a la Minga Indígena que llegó a Cali el 13 de octubre de 2009. Y es así porque RCN y Caracol, y otros medios, deben haber recibido la orden presidencial de no cubrir el desplazamiento y la protesta de los indígenas que desde el Cauca caminan la palabra para rechazar el modelo económico, los TLC, y las acciones legales de despojo puestas en marcha durante la administración de Uribe y claro, poner en evidencia viejos acuerdos incumplidos por el Estado.
No sorprende el silencio de los medios colombianos (se han publicado tímidas notas, pero no se activó el seguimiento a un hecho, que sin duda, corresponde a la categoría de noticioso), pues hace rato tomaron la decisión de jugar al lado del gobierno, abandonando cualquier posibilidad de cubrir hechos que cuestionen no sólo la legitimidad del Estado, sino la de este gobierno.
Si la Minga misma, como hecho político, no amerita ser cubierto periodísticamente, entonces, para qué medios de comunicación. Qué están esperando entonces estas empresas mediáticas, que se presente un enfrentamiento entre los comuneros y las autoridades, con un resultado de varios muertos y heridos. ¿Eso sí llamaría su atención? Quizás la orden presidencial, de Sarmiento Angulo, de José Obdulio, o del propio Ardilla Lülle, o de quien viniere, debe ser precisa: los asuntos indígenas -con todo y protesta- deben invisibilizarse. La Minga es un hecho político que debe ocultarse. Quizás por ello la Minga no es noticia.
Lo han logrado, pero olvidan estos medios que existen, por fortuna, otros canales de generación de opinión pública, que para el caso colombiano, se vienen fortaleciendo en otros ámbitos públicos y privados. Cada vez más las audiencias saben de la tarea de ocultamiento y protección de la imagen del gobierno que asumió la gran prensa en Colombia. Ha perdido credibilidad y cada vez los colombianos son conscientes de que el periodismo en Colombia -con escasas excepciones- se entregó al poder económico y político, se dejó cooptar. No hay periodismo en Colombia, hay empresas de mensajería. No hay periodistas, hay estafetas. Ya no hay reporteros, hay mandaderos.
En el fondo, la Minga Indígena lo que nos pone de presente es la inviabilidad de un proyecto económico y político que sólo beneficia a unos pocos. Nos advierte sobre la posibilidad real de que recursos geoestratégicos como el agua, los bosques, la biodiversidad, entre otros, queden en manos de multinacionales y actores empresariales nacionales que buscan quitar y borrar del camino a indígenas, negros y campesinos, que asentados en las zonas biodiversas, sobreviven y resisten las arremetidas jurídicas (estatuto rural, por ejemplo) y las acciones de narcoparamilitares y de las propias guerrillas. Todo ello, amparado por un Estado ilegítimo, que ha sido cooptado por una dinámica empresarial envilecida con el poder económico, capaz de poner en venta los recursos de la nación, y con ello, poner en peligro los proyectos colectivos e individuales, y la vida misma, de indígenas, negros y campesinos.
Lo que resulta curioso es que dichas circunstancias han sido presentadas, a veces de manera inconexa por los propios medios, como hechos noticiables y noticiosos. Pero es tal la torpeza, la ceguera y la estrechez mental de medios y periodistas, que son incapaces de acercarse a la Minga Indígena para intentar amarrar dichas circunstancias y hechos y obtener así una visión amplia de lo que se esconde detrás de un modelo económico que va en contravía del espíritu de la Constitución Política de Colombia y claro, del bienestar de millones de colombianos.
Imagino las explicaciones de periodistas y editores: es que no hay noticia. No es noticioso el asunto. No pasa nada allá en la concentración indígena. Quizás por andar buscando noticias es que hoy caminan de la mano de empresarios inescrupulosos y del Gobierno, pues ellos no sólo las generan, las inventan, sino que hasta pueden pagar para que los periodistas las construyan, las inventen. Bueno, Claudia López puso en evidencia que EL TIEMPO, el de los Santos y Planeta, “…más que un cubrimiento, lo que hizo EL TIEMPO fue una fabricación inducida para apoyar su interpretación deseada de los efectos políticos del escándalo…”. Así estamos, y las facultades de periodismo en silencio.
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