Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Se van juntando evidencias claras que demuestran que los medios en Colombia vienen cumpliendo la tarea de filtros, de vigilantes, de efectivos controladores de los hechos que elevan al estatus de noticia y ahora, de los columnistas incómodos, pocos por cierto, que aún mantienen sus tribunas de opinión en grandes medios impresos.
No sólo podemos constatar que en estos largos siete años de gobierno la gran prensa en Colombia ha guardado silencio frente a delitos de lesa humanidad cometidos por miembros de la fuerza pública (es decir, por el Estado), ha guardado o mutilado información delicada, ha tergiversado los hechos, ha desinformado, ha servido de amanuense, de estafeta de este gobierno, en una actitud servil que obliga a los historiadores a consignar en sus bitácoras, estas horas aciagas por las que pasa el periodismo en Colombia. La crisis es total. ¿Qué dirán en las escuelas de periodismo? ¿Se discutirá el asunto?
Al quitarle el espacio de opinión a Claudia López, EL TIEMPO adquiere el carácter de censor oficial. Al mejor estilo de diarios como EL COLOMBIANO y EL PAIS, que en momentos distintos censuraron a Javier Darío Restrepo y a Hernando Llano Ángel, el diario capitalino esculca la tumba de Torquemada para decirnos que sí hay y habrá censura.
Se van juntando evidencias claras que demuestran que los medios en Colombia vienen cumpliendo la tarea de filtros, de vigilantes, de efectivos controladores de los hechos que elevan al estatus de noticia y ahora, de los columnistas incómodos, pocos por cierto, que aún mantienen sus tribunas de opinión en grandes medios impresos.
No sólo podemos constatar que en estos largos siete años de gobierno la gran prensa en Colombia ha guardado silencio frente a delitos de lesa humanidad cometidos por miembros de la fuerza pública (es decir, por el Estado), ha guardado o mutilado información delicada, ha tergiversado los hechos, ha desinformado, ha servido de amanuense, de estafeta de este gobierno, en una actitud servil que obliga a los historiadores a consignar en sus bitácoras, estas horas aciagas por las que pasa el periodismo en Colombia. La crisis es total. ¿Qué dirán en las escuelas de periodismo? ¿Se discutirá el asunto?
Al quitarle el espacio de opinión a Claudia López, EL TIEMPO adquiere el carácter de censor oficial. Al mejor estilo de diarios como EL COLOMBIANO y EL PAIS, que en momentos distintos censuraron a Javier Darío Restrepo y a Hernando Llano Ángel, el diario capitalino esculca la tumba de Torquemada para decirnos que sí hay y habrá censura.
Sin mediar diálogo con la columnista, el periódico bogotano, hoy en manos de Planeta, cerró la tribuna de Claudia López con un lacónico mensaje al final de la columna en la que López, de manera acertada, criticaba al periódico por su acomodado tratamiento periodístico dado a los hechos relacionados con el escándalo del programa Agro Ingreso Seguro (AIS). Al final del texto de López se lee: “EL TIEMPO rechaza por falsas, malintencionadas y calumniosas las afirmaciones de Claudia López. La Dirección de este diario entiende su descalificación de nuestro trabajo periodístico como una carta de renuncia, que acepta de manera inmediata” (sic).
Vergonzosa, por decir lo menos, resulta la actitud de los Santos al censurar la pluma de Claudia López. No queda bien parado el periodismo colombiano con la decisión arbitraria que tomó EL TIEMPO. No creo eso sí, que la censura a López se haya dado por haber criticado al periódico de la forma como lo hizo. Simplemente, los Santos recibieron la orden de la Casa de Nariño y cuando se sirve, las órdenes se cumplen. Estaban esperando el momento preciso para hacerlo y encontraron la columna precisa para cumplir con la orden gubernamental. No quiero imaginar de qué más será capaz EL TIEMPO con tal de mantener la opción presidencial de Juan Manuel Santos y de sacar adelante sus intereses en la adjudicación del tercer canal.
Decía Javier Darío Restrepo, poco tiempo después de que le cerraran su espacio en EL COLOMBIANO, por criticar a Uribe, que en Colombia ya hay delito de opinión. Creo que EL TIEMPO lo que ha hecho es confirmar que periodistas y medios están dispuestos no sólo a aceptar esa nueva circunstancia de nuestra frágil democracia, sino a colaborar, quitándole de encima al Gobierno, a incómodos columnistas que intentan generar estados de opinión divergentes, por fuera de ese molesto y cacósmico unanimismo en el que venimos inmersos desde 2002.
Definitivamente, todo está servido para que en Colombia vivamos en una dictadura. Solo hay que decir que para que ésta fuera posible y viable, desde tempranas horas medios como EL COLOMBIANO, EL TIEMPO y EL PAIS, aportaron sus granitos de arena. Ahora sí, EL TIEMPO es un verdadero diario oficial.
Véase La Otra Tribuna, www.laotratribuna1.blogspot.com
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