Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
La revista Cambio revela por estos días la lista de beneficiarios del programa Agro Ingreso Seguro, puesto en marcha durante la administración del ministro Andrés Felipe Arias, más conocido como Uribito. Este ladino y gris personaje de la política nacional no sólo quiere parecerse a Uribe, agitando la bandera de la seguridad democrática, sino que aspira a remplazarlo, algún día, en el Solio de Bolívar.
La revista denuncia que hijos de políticos, de familias pudientes y hasta reinas de belleza se beneficiaron del cacareado programa, del que se esperaba que generara equidad en el campo, a través de nuevos empleos, creados por proyectos productivos subsidiados a través de recursos estatales. En el portal http://www.ais.gov.co/ se leen las siguientes funciones: “Promover la productividad y competitividad. Reducir la desigualdad en el campo y preparar al sector agropecuario para enfrentar el reto de la internacionalización de la economía. Propender por el ordenamiento productivo del territorio y la empresarización del campo, en concordancia con la agenda interna de productividad y competitividad, la apuesta exportadora del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural (MADR), y en coordinación con las instituciones del orden territorial”.
La revista Cambio revela por estos días la lista de beneficiarios del programa Agro Ingreso Seguro, puesto en marcha durante la administración del ministro Andrés Felipe Arias, más conocido como Uribito. Este ladino y gris personaje de la política nacional no sólo quiere parecerse a Uribe, agitando la bandera de la seguridad democrática, sino que aspira a remplazarlo, algún día, en el Solio de Bolívar.
La revista denuncia que hijos de políticos, de familias pudientes y hasta reinas de belleza se beneficiaron del cacareado programa, del que se esperaba que generara equidad en el campo, a través de nuevos empleos, creados por proyectos productivos subsidiados a través de recursos estatales. En el portal http://www.ais.gov.co/ se leen las siguientes funciones: “Promover la productividad y competitividad. Reducir la desigualdad en el campo y preparar al sector agropecuario para enfrentar el reto de la internacionalización de la economía. Propender por el ordenamiento productivo del territorio y la empresarización del campo, en concordancia con la agenda interna de productividad y competitividad, la apuesta exportadora del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural (MADR), y en coordinación con las instituciones del orden territorial”.
Sin duda, se trata de un programa de claro beneficio para quienes tienen capacidad instalada, recursos económicos y especialmente, conocimiento estratégico para echar andar proyectos agroindustriales. Es decir, estamos ante una iniciativa gubernamental no sólo para concentrar aún más la riqueza en pocas manos, mantener la inequidad en el campo, generar empleo con la intención de que campesinos, pequeños productores, colonos y miembros de comunidades negras e indígenas, pasen de ser pequeños propietarios y miembros de proyectos de vida autónomos, a insertarse en la dinámica económica global como simples empleados, en un proceso de pauperización cultural y económica, plausible para la lógica empresarial con la cual Uribito y el propio Uribe ven los asuntos del campo.
No se trata de un programa de seguridad alimentaria con claro beneficio colectivo, por el contrario, se trata de una idea de tecnificar, de industrializar el campo, de ponerlo a producir para negocios agroindustriales de familias poderosas que se benefician hoy del Gobierno, y de tiempo atrás, de las actividades de contrarreforma agraria adelantadas por los grupos paramilitares. No se trata de un plan para que abunde la comida y se bajen los precios de los alimentos que nuestra tierra nos puede dar y en abundancia.
En esa medida, Uribito no sólo desea suceder a Uribe, sino que le muestra hoy con creces que aprendió a comprar votos, a seducir ciudadanos, a comprar conciencias. Es decir, aprendió muy bien la lección.
A los medios que hoy destapan esta mini olla podrida del periodo de Uribe, hay que decirles que Uribito es apenas un eslabón de la larga corruptela con la que AUC (Álvaro Uribe Candidato) ha manejado los recursos del Estado. Y eso que juró combatir la corrupción y la politiquería. Pero ya se sabe que, por el contrario, lo que ha hecho es legitimar el clientelismo y la corrupción, elevándolas a la categoría de Instituciones viables, posibles y necesarias no sólo para garantizar votos, sino para el normal funcionamiento de un régimen político incapaz de construir ciudadanía a partir de la discusión amplia y generosa de los asuntos públicos. Finalmente, es más fácil comprar conciencias, que abrirle espacio al disenso.
Arias es el espejo en el que podemos ver no sólo la perversa obra de Uribe, sino lo costoso que será, social, política y económicamente, reelegir otra vez a quien sueña con un país en donde todo tiene precio, hasta la vida.
Consúltese www.laotratribuna1.blogspot.com
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