miércoles, 3 de junio de 2009

LOS PELIGROS DE UNA SONDEOCRACIA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo. Profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente, Cali- Colombia


Las encuestas juegan un papel estratégico y a veces definitivo, en sociedades en donde la comprensión de los asuntos públicos sobre los cuales giran las preguntas, pasa por coyunturas electorales, por la real capacidad de análisis de los encuestados y por supuesto, por la expresa y esperada manipulación mediática de los resultados.

La reciente encuesta, contratada por un grupo de medios, da cuenta, un año antes de las elecciones de 2010, de las preferencias de un grupo de colombianos (1.203 encuestados) alrededor de los pre candidatos y candidatos presidenciables que ya aparecen en la arena política.

Más allá de los resultados, vale la pena reflexionar alrededor del poder político-electoral de este tipo de mecanismo de medición de lo que puede estar pensando un grupo selecto del electorado, alrededor de cuál sería el mejor candidato, incluyendo al actual Presidente, para gobernar en el periodo 2010- 2014.

Con las encuestas, los medios masivos universalizan una tendencia, una intención de voto y hasta quizás una forma de ver un determinado hecho público de un reducido grupo de ciudadanos encuestados, anónimos, cuyas historias no es posible conocer.

Cuando se universaliza, en este caso, una intención de voto, los ciudadanos que no participaron de la encuesta, son enfrentados a una tendencia real, esto es, a una opinión que a pesar de su origen minoritario, por arte de birlibirloque ahora es mayoritaria por cuenta de unos medios interesados y que se expresa cuando los periodistas titulan: los colombianos votarían por…; o los colombianos reelegirían a…; o el referendo reeleccionista obtendría…; o si no es Uribe, Santos

Esa opinión o intención de voto no admitiría -y de hecho no admite- discusión alguna, lo que significa que quien intente desconocer dicha tendencia o intención real de voto, simplemente actúa con necedad pues ya no hay nada qué hacer con lo que expresó un grupo de ciudadanos, ¡1.203 colombianos!, dado que con los titulares e ilustraciones bien logradas, los presidenciables y sus campañas pueden empezar a dormir tranquilos pues el trabajo de posicionamiento en la conciencia del electorado, ya empezó.

Hay, entonces, un elemento clave para garantizar la efectiva y efectista universalización de la opinión de unos cuantos: la presentación, en horarios privilegiados, de los resultados de la encuesta. Normalmente, los resultados de una encuesta se presentan a través de un aparente diálogo, por ejemplo, entre las presentadoras de un noticiero y el encuestador, quien funge como intérprete único de los hallazgos.

Los resultados de la encuesta que pagaron a la firma Napoléón Franco, la Revista Semana, RCN radio, La FM de RCN y Noticias RCN, fueron presentados, por lo menos en el noticiario RCN, en medio de una elocuente felicidad tanto del encuestador como de las presentadoras del mencionado medio audiovisual, ante los positivos resultados, especialmente porque estos hacían referencia a la votación que alcanzaría el referendo reeleccionista, y claro, la eventual candidatura y continuidad del presidente Uribe.

En la presentación de los resultados de este tipo de encuestas no hay lugar para el debate. No se cuenta, por ejemplo, con la participación de otro gran encuestador o simplemente, con el concurso de un experto en estadística, que le busque vacíos a los resultados y a la interpretación de los mismos, e incluso, al procesamiento de la información consignada por los ciudadanos que respondieron las preguntas. Por ejemplo, no existe la más mínima explicación alrededor de la forma como se aplicó el instrumento, las condiciones dialógicas generadas entre quienes aplicaron la encuesta y entre quienes respondieron las preguntas contenidas en la misma.

En materia política, especialmente en una coyuntura electoral como la que estamos viviendo, los monólogos o los diálogos que se soportan en una relación comercial como la que efectivamente se generó por el hecho de que varios medios se unieran para pagar una encuesta, hacen mucho daño en la medida en que no hay discusión, no hay confrontación de ideas, sólo se legitima un instrumento sobre el cual es inconveniente y peligroso que la prensa genere estados de opinión de pública y más aún, que a partir de ahí, se genere una participación electoral en cascada, por el factor persuasivo que puede tener en los votantes saber con antelación quién ganaría en la próxima contienda electoral.

En una sociedad polarizada como la nuestra, con una cultura política reducida a gustos personales, e incluso, a simpatías asociadas a la belleza y al buen parecido de los candidatos, este tipo de estrategias demoscópicas, aupadas por medios masivos interesados, terminan sirviendo a la propaganda oficial que aventaja a otros candidatos, y que se expresa, por ejemplo, en el manejo político-administrativo de grandes recursos públicos por parte del presidente-candidato e incluso, por quienes están dispuestos a lanzarse para lograr perpetuar la afamada política de seguridad democrática.

Cuando los medios masivos amplifican los resultados de una encuesta, saben que los efectos en materia electoral están casi garantizados no sólo por la forma en que los presentan o los manipulan, sino porque entienden muy bien que el electorado es fácilmente permeable a imágenes y a los discursos de los líderes carismáticos y que ese mismo electorado huye de la confrontación de ideas, de programas, de apuestas de Estado, que no se pueden dilucidar y exponer en unos minutos.

Dadas las circunstancias descritas, los medios colombianos deberían de reconsiderar las maneras como presentan este tipo de información. Deberían, por ejemplo, ofrecer más análisis de la gestión, por ejemplo, del actual Presidente, en materia de desempleo, política económica, clientelismo, corrupción, legitimidad y hasta en materia de equilibrio de poderes, pues es nocivo para una democracia de por sí débil como la colombiana, que la opinión ligera e interesada de unas minorías termine imponiéndose y edificándose como una verdad sobre la cual Uribe decida mañana presentarse como candidato, sólo porque existen algunos colombianos (los 1.203 de la encuesta, los cuatro millones que avalaron el referendo reeleccionista e incluso, los 7 millones que votaron por él en las pasadas elecciones) cuyas preferencias políticas han pasado por la intención y decisión de los medios masivos de información de magnificarlas, junto a las virtudes de un candidato.

Lo claro es que los medios que han sido cooptados por el gobierno de Uribe están trabajando en el posicionamiento de unas ideas contrarias a las buenas prácticas institucionales y constitucionales en el contexto de una democracia. Dichas ideas contrarias se expresan, por ejemplo, en que el desequilibrio de poderes que generó la primera reelección y el que generaría la segunda reelección de Uribe Vélez es una entelequia inventada por los enemigos de la seguridad democrática; y que acomodar las reglas de juego a la justa medida de un individuo, es un hecho legítimo por cuanto se trata de un beneficio para el país.

Con la divulgación de resultados de encuestas, los medios masivos no sólo universalizan unas reducidas intenciones de voto, sino que de forma indirecta, están construyendo un imaginario negativo del actual régimen constitucional colombiano, que se expresa en esta frase: es el mayor impedimento para que un gobierno, una administración, o un Presidente, culmine su tarea.

Inconveniente, y hasta peligroso, resulta que pasemos rápidamente de una democracia electoral, a una sondeocracia o videocracia, en donde la forma de participar y de elegir está determinada por el juicio de unos medios masivos y de unos periodistas que hoy, de forma evidente, están en la tarea de hacer propaganda política por un proyecto político cuya legitimidad está cuestionada.


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