viernes, 7 de octubre de 2011

EL CASO MARTÍNEZ: CONSECUENCIA DE UNA SOCIEDAD ENFERMA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Que el polémico ex senador Juan Carlos Martínez, condenado por vínculos con los paramilitares, salga de la cárcel con permiso del INPEC es un claro indicador de que las políticas criminal y penitenciaria en Colombia están al servicio del crimen, de los corruptos, lo que a su vez confirma que el Estado colombiano, como orden moral, colapsó.

Pero más allá de las polémicas salidas proselitistas de este nuevo gamonal, lo que hay que revisar muy bien es quiénes estuvieron y están aún detrás del nacimiento y vigencia de esta figura natural de la democracia colombiana. ¿Por qué sobre el asunto de los permisos sólo se pronuncian columnistas de opinión y no el propio Presidente Santos? ¿Por qué líderes conservadores del Valle del Cauca no salen a exigirle al Gobierno nacional, acciones concretas para impedir que Martínez Sinisterra maneje varias campañas políticas que buscan alcanzar el poder tanto en la ciudad como en el departamento? ¿Y qué decir de las tímidas intervenciones de los ministros de Justicia y del Interior cuando los periodistas les preguntan por los permisos otorgados al condenado por parapolítica?

¿Por qué el propio ex presidente Uribe Vélez, muy dado a mandar a capturar presuntos delincuentes y a señalar culpables, no ha dicho nada al respecto? ¿Por qué otros actores de la sociedad civil vallecaucana y colombiana guardan silencio ante un proselitismo político del que conocemos sus alcances?

Martínez Sinisterra representa lo que en varias columnas he llamado los Proyectos Políticos Emergentes, fruto de la doble moral con la que el capital circula y con la que empresarios y las élites lo ponen a reproducir, lo que de tiempo atrás les conviene a unos y a otros: aumentar o mantener la pobreza, la exclusión, una democracia clientelista, un Estado cooptado, niveles estructurales de desempleo y en general, condiciones de pauperización social con efectos claros en amplios sectores societales.

Entonces, lo de Martínez, simplemente es la consecuencia de una sociedad permisiva con el crimen, enferma, de un Estado mafioso, de una kakistocracia que ha permitido concebir súbditos, y no ciudadanos responsables y por supuesto, de un fenómeno que como el paramilitarismo, se ha servido de los intereses mezquinos de Emergentes y élites Tradicionales, para avanzar en un proyecto conservador de sociedad, en donde sobresalen las voces incontrastables de patrones, de gamonales y de matones al servicio del capital.

Este es el país que hemos construido y de eso somos culpables todos. Narcos, paracos y guerrilleros son hijos de una sociedad enferma, con una doble moral que le sirve a muchos para tapar y ocultar lo que hay detrás de estos personajes de la política colombiana. Hoy es claro que el fenómeno paramilitar, que no se opone al mercado, que no se opone a la circulación del capital, que es amigo del neoliberalismo, necesita de políticos como Juan Carlos Martínez Sinisterra. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

Hoy es Martínez, pero ayer fueron Pablo Escobar y los Rodríguez Orejuela, entre otros capos, quienes se apoyaron en políticos, en empresarios, en círculos formales de poder y se sirvieron de la política para penetrar las instituciones del Estado y a la sociedad entera. Nada va a cambiar. Ya vendrán más, otros. El capital y las élites políticas los forman a su imagen y semejanza. Es decir, seres humanos inescrupulosos, con una ética acomodaticia y con una doble moral. De seguro que si revisamos el pasado es posible que encontremos razones y explicaciones al surgimiento y a la vigencia de Martínez en esta comarca vallecaucana. ¿Por qué no empezamos por pasadas campañas políticas de ciertos políticos locales y del norte del Valle, para avanzar en la comprensión de un fenómeno, que como el de Martínez, es político, cultural, económico y social?

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