Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
No es poco lo que se juega en la jornada electoral del 30 de octubre en Colombia. Y es así porque hay en escena dos grandes barones electorales, que no necesariamente están enfrentados políticamente, y que por el contrario, de salir ganadores sus ungidos, las alianzas políticas vendrán casi por añadidura. Se trata de Álvaro Uribe Vélez y Juan Carlos Martínez Sinisterra.
El primero, un ex presidente ideológicamente cercano al fenómeno paramilitar, con amigos políticos condenados por demostrados vínculos con las AUC y cuyo gobierno se benefició de la penetración paramilitar en el Congreso de la República, como quiera que legisló con ellos desde 2002 hasta el 2010. La frase célebre mientras los meten a la cárcel, voten los proyectos del gobierno, expresa el nivel de connivencia que mantuvo con políticos que abiertamente se aliaron con quienes buscaron ‘refundar la patria’: los Paramilitares.
El segundo, un ex senador condenado por la Corte Suprema de Justicia por nexos con grupos paramilitares. Su influencia política y electoral ha trascendido el Valle del Cauca. En esta comarca apoya candidatos a varias alcaldías y se dice, que a varios aspirantes a la gobernación del Valle, en los que se destaca el candidato Useche. El portal www.lasillavacia.com sostiene lo siguiente: “Desde San Andrés hasta el Amazonas y desde Nariño hasta La Guajira, Juan Carlos Martínez pretende convertirse en uno de los mayores ganadores de las elecciones de octubre. El ex senador, condenado por parapolítica y preso en la cárcel El Bosque de Barranquilla, está detrás de tres partidos, el PIN, el MIO y Afrovides, que inscribieron más de 17 mil candidaturas en todo el país.”
El ex presidente Uribe Vélez viene adelantando sus talleres democráticos y brindando apoyos políticos no sólo en el Valle del Cauca y Bogotá (está detrás de la aspiración Enrique Peñalosa), sino en Antioquia, donde Martínez Sinisterra también tiene candidatos, alrededor de 56 candidatos a alcaldías, según La Silla Vacía। En Medellín, Uribe apoya la candidatura de Federico Gutiérrez, aunque un sector fuerte del uribismo está con Luis Pérez. Es posible que la aparente división en el uribismo sea una simple estrategia electoral para ganar con cara y con sello.
No es poco lo que se juega en la jornada electoral del 30 de octubre en Colombia. Y es así porque hay en escena dos grandes barones electorales, que no necesariamente están enfrentados políticamente, y que por el contrario, de salir ganadores sus ungidos, las alianzas políticas vendrán casi por añadidura. Se trata de Álvaro Uribe Vélez y Juan Carlos Martínez Sinisterra.
El primero, un ex presidente ideológicamente cercano al fenómeno paramilitar, con amigos políticos condenados por demostrados vínculos con las AUC y cuyo gobierno se benefició de la penetración paramilitar en el Congreso de la República, como quiera que legisló con ellos desde 2002 hasta el 2010. La frase célebre mientras los meten a la cárcel, voten los proyectos del gobierno, expresa el nivel de connivencia que mantuvo con políticos que abiertamente se aliaron con quienes buscaron ‘refundar la patria’: los Paramilitares.
El segundo, un ex senador condenado por la Corte Suprema de Justicia por nexos con grupos paramilitares. Su influencia política y electoral ha trascendido el Valle del Cauca. En esta comarca apoya candidatos a varias alcaldías y se dice, que a varios aspirantes a la gobernación del Valle, en los que se destaca el candidato Useche. El portal www.lasillavacia.com sostiene lo siguiente: “Desde San Andrés hasta el Amazonas y desde Nariño hasta La Guajira, Juan Carlos Martínez pretende convertirse en uno de los mayores ganadores de las elecciones de octubre. El ex senador, condenado por parapolítica y preso en la cárcel El Bosque de Barranquilla, está detrás de tres partidos, el PIN, el MIO y Afrovides, que inscribieron más de 17 mil candidaturas en todo el país.”
El ex presidente Uribe Vélez viene adelantando sus talleres democráticos y brindando apoyos políticos no sólo en el Valle del Cauca y Bogotá (está detrás de la aspiración Enrique Peñalosa), sino en Antioquia, donde Martínez Sinisterra también tiene candidatos, alrededor de 56 candidatos a alcaldías, según La Silla Vacía। En Medellín, Uribe apoya la candidatura de Federico Gutiérrez, aunque un sector fuerte del uribismo está con Luis Pérez. Es posible que la aparente división en el uribismo sea una simple estrategia electoral para ganar con cara y con sello.
Hace pocos días Uribe Vélez ofreció su apoyo al candidato a la gobernación del Valle, Ubeimar Delgado y al aspirante a regresar a la alcaldía de Cali, Rodrigo Guerrero Velasco.
De lo sucedido con Ubeimar Delgado la columnista de EL ESPECTADOR, María Elvira Bonilla sostiene lo siguiente: “…desde hace varias semanas se venía buscando una alianza entre el candidato conservador, Ubeimar Delgado, y el liberal, Jorge Homero Giraldo. Delgado estaba decidido a declinar su candidatura para unir fuerzas con el candidato liberal y dar la pelea con miras a frenar a Useche, alumno aventajado en las prácticas non sanctas de sus dos tutores. Sin embargo, a finales de la semana pasada, Álvaro Uribe entró a jugar en el ajedrez político del Valle. Y de una manera perversa. Sin consideración por los acuerdos locales a que habían llegado los dirigentes de la U, su partido, en el Valle, dio su apoyo a Ubeimar Delgado, con lo cual el candidato conservador se envalentonó y deshonró el acuerdo. Madrugó a pagar avisos de prensa con su foto al lado de Uribe y decidió llevar su candidatura hasta el final. Nadie cree en la ingenuidad de Uribe. Se trató del abrazo del oso a Ubeimar, un candidato sin ninguna opción de triunfo pero con el que consiguió matar una alianza que ha podido resultar ganadora, y le abrió el camino del triunfo a Useche. El expresidente, con su sonrisa socarrona, conservará a sus viejos amigos políticos en el Valle del Cauca, pero comprometiendo el futuro de una región que empezaba a dar señales de vida”. (El abrazo del oso de Uribe, El Espectador.com, lunes 24 de octubre de 2011).
La presencia de estos barones electorales debilita aún más la democracia colombiana, en la medida en que los demostrados daños que Uribe Vélez le hizo al país, a la institucionalidad y a la nación, poco significan para los ciudadanos que votarán por sus candidatos y para aquellos grupos de poder que ven con buenos ojos la participación electoral del ex mandatario.
De igual forma, la vigencia político-electoral de Martínez Sinisterra, es la prueba máxima de que no se ha dado en Colombia un proceso de sanción moral contra el paramilitarismo y su penetración en el Estado. Es decir, el país sigue y seguirá, por cuenta de estos dos barones electorales, estimando dicho fenómeno multifactorial, como una acción legítima en contra no sólo de las guerrillas llamadas de izquierda, sino contra todos aquellos que se oponen a las tendencias mundiales que conciben un Estado mínimo, para poder garantizar, por esa vía, la circulación libre del capital, la concentración en pocas manos de la riqueza y consecuentemente, la ampliación de la pobreza, así como de las condiciones indignas, laborales y sociales, en las que sobreviven millones de colombianos.
Uribe y Martínez representan, además, la entronización de la violencia política, el clientelismo y la corrupción como mecanismo para alcanzar el poder.
De triunfar los candidatos de Uribe y Martínez (ello se da casi por descontado), no sólo sufrirá la democracia y la institucionalidad, sino que será el inicio de un proceso largo de oposición política en los que alcaldes y gobernadores, obedeciendo a estos dos barones electorales, terminarán oponiéndose a la reelección de Juan Manuel Santos y preparando el camino para el regreso de Uribe Vélez, bien en 2014 o en 2018.
Con Uribe Vélez y Martínez Sinisterra tomarán un segundo aire aquellos que participaron de los proyectos de refundar la patria. Lejos está el país de superar las aciagas noches de la penetración paramilitar y la consecuente cooptación del Estado colombiano. Por el contrario, estaremos ante una segunda etapa del paramilitarismo, que es más que un fenómeno de violencia política, a la que ya están atentos empresarios nacionales e internacionales interesados en extraer minerales y explotar los recursos de la biodiversidad.
Votar en blanco este 30 de octubre, creo, es la única salida ante este preocupante panorama.
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