Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
El socialismo del siglo XXI que se impone por estos días en Venezuela y que Chávez ha querido diseminar por varios países de América Latina, corre el riesgo de repetir el carácter mafioso, intemperante, dictatorial y amenazante, reconocido y determinante en la implosión de la URSS. Los ya efectivos controles a la prensa, a las variables económicas que se expresan en un empobrecido mercado interno y la persecución a opositores, entre otros, lo irán llevando por el camino dictatorial característico de varios regímenes socialistas de la conocida cortina de hierro.
Las mafias de empresarios, nacionales e internacionales, que sostienen económica y políticamente al coronel Chávez muy seguramente harán que el mercado negro prospere para los productos que intencionalmente el Estado socialista controla para someter a sus asociados.
Logros socialistas como salud plena para todos los ciudadanos, avances importantes en medicina, deportes y diseño de armas, hacen juego con el control de libertades y derechos ciudadanos, ejercido efectivamente por un Estado gendarme, paquidérmico e ineficaz desde la perspectiva de la competitividad.
Las formas y las prácticas con las cuales el sistema socialista enfrentó y pretende enfrentar hoy el ideario del capitalismo en esta compleja etapa de la globalización, terminaron por legitimar las sensaciones de libertad y del goce de plenos derechos en los países que aceptaron la autonomía y las leyes del mercado; y fue así, justamente, por las drásticas limitaciones a los ciudadanos estatizados y por el sistema Gulag, implementado en la antigua URSS.
Más allá de la legitimidad alcanzada por ambos sistemas, lo cierto es que tanto el sistema capitalista, como el socialista han logrado demostrar que de la compleja naturaleza humana, se puede esperar decisiones, fenómenos y las prácticas más aberrantes y nocivas para el desarrollo del ser humano en libertad.
Los avances reconocidos para uno y otro sistema no dejan de demostrar los problemas que cada uno genera, especialmente en el contexto de un enfrentamiento ideológico, político, económico y militar como el que se vivió en el contexto de la Guerra Fría, y que hoy pretenden renacer Chávez y Uribe.
La concentración de la riqueza en pocas manos, un sistema financiero agiotista e irresponsable socialmente, extrema pobreza y la transición de un ciudadano activo políticamente a un ciudadano-cliente, subsumido en la lógica del consumo, caracterizan a un sistema capitalista que reduce la experiencia humana a un asunto económico, de valor de cambio y de uso.
Por el lado del socialismo, un ciudadano estatizado, con amplios beneficios en salud y educación, un estado policivo, vigilante y castigador, determinador y diseñador de conciencias, individuales y colectivas, caracterizaron las expresiones del viejo socialismo, hoy, al parecer, en franco regreso a través del ‘socialismo del siglo XXI’ de Chávez Frías.
Los dos sistemas son abiertamente perversos para la condición humana, por una razón sencilla: son producto de una naturaleza humana compleja y a veces indescifrable. Quienes estuvieron al frente de uno y otro, y lo están hoy, desconocen la complejidad del ser humano en sociedad y hacen de ese vacío, la mejor arma para imponer un ideario, que en uno y otro sentido, jamás ha considerado la idea de felicidad que el ser humano a través de los siglos viene construyendo y buscando.
Ni el mercado, con la publicidad perversa que le acompaña, ni el Estado, como faro del deber ser ciudadano, han logrado la plena felicidad humana por cuanto, muy seguramente, son expresiones de un ser humano, de una condición humana naturalmente perversa.
Mientras Chávez y Uribe exponen sus armas para intentar defender los idearios que sostienen los sistemas económicos, políticos y culturales que cada uno orienta, las vidas de los ciudadanos de Venezuela y Colombia devienen en medio de la intemperancia, del control y de la persecución ideológica. Hay que superar la dicotomía que nos obliga a elegir entre socialismo o capitalismo. Quizás el error esté ahí.
Lo cierto es que la permanencia de Chávez y Uribe –y de otros- al frente de los Estados que representan, redundará en beneficio de la industria militar transnacional, de las mafias y elites locales que actúan bajo la inercia de un mundo humano que no ha comprendido qué hacemos en este planeta.
Consulte el blog La Otra Tribuna, www.laotratribuna1.blogspot.com
El socialismo del siglo XXI que se impone por estos días en Venezuela y que Chávez ha querido diseminar por varios países de América Latina, corre el riesgo de repetir el carácter mafioso, intemperante, dictatorial y amenazante, reconocido y determinante en la implosión de la URSS. Los ya efectivos controles a la prensa, a las variables económicas que se expresan en un empobrecido mercado interno y la persecución a opositores, entre otros, lo irán llevando por el camino dictatorial característico de varios regímenes socialistas de la conocida cortina de hierro.
Las mafias de empresarios, nacionales e internacionales, que sostienen económica y políticamente al coronel Chávez muy seguramente harán que el mercado negro prospere para los productos que intencionalmente el Estado socialista controla para someter a sus asociados.
Logros socialistas como salud plena para todos los ciudadanos, avances importantes en medicina, deportes y diseño de armas, hacen juego con el control de libertades y derechos ciudadanos, ejercido efectivamente por un Estado gendarme, paquidérmico e ineficaz desde la perspectiva de la competitividad.
Las formas y las prácticas con las cuales el sistema socialista enfrentó y pretende enfrentar hoy el ideario del capitalismo en esta compleja etapa de la globalización, terminaron por legitimar las sensaciones de libertad y del goce de plenos derechos en los países que aceptaron la autonomía y las leyes del mercado; y fue así, justamente, por las drásticas limitaciones a los ciudadanos estatizados y por el sistema Gulag, implementado en la antigua URSS.
Más allá de la legitimidad alcanzada por ambos sistemas, lo cierto es que tanto el sistema capitalista, como el socialista han logrado demostrar que de la compleja naturaleza humana, se puede esperar decisiones, fenómenos y las prácticas más aberrantes y nocivas para el desarrollo del ser humano en libertad.
Los avances reconocidos para uno y otro sistema no dejan de demostrar los problemas que cada uno genera, especialmente en el contexto de un enfrentamiento ideológico, político, económico y militar como el que se vivió en el contexto de la Guerra Fría, y que hoy pretenden renacer Chávez y Uribe.
La concentración de la riqueza en pocas manos, un sistema financiero agiotista e irresponsable socialmente, extrema pobreza y la transición de un ciudadano activo políticamente a un ciudadano-cliente, subsumido en la lógica del consumo, caracterizan a un sistema capitalista que reduce la experiencia humana a un asunto económico, de valor de cambio y de uso.
Por el lado del socialismo, un ciudadano estatizado, con amplios beneficios en salud y educación, un estado policivo, vigilante y castigador, determinador y diseñador de conciencias, individuales y colectivas, caracterizaron las expresiones del viejo socialismo, hoy, al parecer, en franco regreso a través del ‘socialismo del siglo XXI’ de Chávez Frías.
Los dos sistemas son abiertamente perversos para la condición humana, por una razón sencilla: son producto de una naturaleza humana compleja y a veces indescifrable. Quienes estuvieron al frente de uno y otro, y lo están hoy, desconocen la complejidad del ser humano en sociedad y hacen de ese vacío, la mejor arma para imponer un ideario, que en uno y otro sentido, jamás ha considerado la idea de felicidad que el ser humano a través de los siglos viene construyendo y buscando.
Ni el mercado, con la publicidad perversa que le acompaña, ni el Estado, como faro del deber ser ciudadano, han logrado la plena felicidad humana por cuanto, muy seguramente, son expresiones de un ser humano, de una condición humana naturalmente perversa.
Mientras Chávez y Uribe exponen sus armas para intentar defender los idearios que sostienen los sistemas económicos, políticos y culturales que cada uno orienta, las vidas de los ciudadanos de Venezuela y Colombia devienen en medio de la intemperancia, del control y de la persecución ideológica. Hay que superar la dicotomía que nos obliga a elegir entre socialismo o capitalismo. Quizás el error esté ahí.
Lo cierto es que la permanencia de Chávez y Uribe –y de otros- al frente de los Estados que representan, redundará en beneficio de la industria militar transnacional, de las mafias y elites locales que actúan bajo la inercia de un mundo humano que no ha comprendido qué hacemos en este planeta.
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