jueves, 9 de junio de 2011

DE POLICÍAS Y LADRONES

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Para el singular caso de Colombia, la presencia de policías y ladrones (y hasta de guerrilleros y soldados), se garantiza por la existencia de un conjunto de factores ‘naturales’, sociales, económicos y políticos que en ciertas circunstancias, se exhiben plenamente amalgamados y unidos.

La delincuencia, así como el delincuente, representan una disonancia, una desviación, como quiera que el ser humano piensa e imagina la sociedad como un conjunto de reglas uniformes, que no sólo deben ser seguidas y respetadas por todos, sino que son una suerte de camino único y posible de convivencia social, que no representa sometimiento alguno para aquellos que en algún momento se puedan sentir violentados por la propuesta de sociedad, que se encarna en ese conjunto de normas y reglas.

Por ello hay quienes de manera ‘natural’ representan el rol de delincuente, para el que de inmediato aparece la respuesta institucional, socialmente aceptada y exigida, a través del rol del policía, que hará lo posible por someterlo, contrarrestar su acción o en últimas, eliminarlo.

Es decir, la institución instalada en el cuerpo del policía y la delincuencia instalada en el cuerpo del delincuente, exponen no sólo el conflicto relacional entre los dos roles, sino la confianza que el resto de la sociedad deposita en el cuerpo armado para contrarrestar al delincuente.

Cuando el policía olvida su rol y actúa como delincuente (delinque usando el poder del uniforme), se agrieta la confianza en las instituciones del Estado y las empieza a minar por dentro. Esto es lo que claramente pasa en Colombia en donde delincuentes y policías, resultantes de una sociedad violenta, discriminante y polarizante, intentan sobrevivir en un entorno donde justamente la falta de oportunidades es lo que les permite existir a los dos. Quizás ese elemento les permita, en muchas ocasiones, actuar juntos por fuera de la ley.

Delincuente-Policía y Guerrillero-Soldado son dicotomías que se reproducen en tanto la sociedad, la nación y el Estado colombianos mantienen y reproducen las circunstancias que hacen posible que dichos roles existan y se legitimen desde muy diversas esferas de poder: una sociedad polarizada, fácilmente polarizante, conflictiva, violenta y profundamente desigual.

Socialmente dichos roles se garantizan desde el preciso momento en el que la lucha de clases se manifiesta y se exhibe en espacios laborales, en espectáculos públicos, en la publicidad, en las prácticas de consumo y por supuesto, en las relaciones de poder institucionalizadas sobre las cuales hay establecidos consensos.

Quien delinque, enfrenta ese escenario bien desde la simple postura de rechazar el orden social establecido y sus circunstancias, porque está en desacuerdo, o porque cree que delinquiendo puede invertir la relación de dominado. Pero también se da lo contrario, cuando un individuo pretende aumentar para sí el poder, hasta lograr dominar al máximo a quienes están del otro lado de la relación (debajo) de poder, esto es, tiene como fin lograr la degradación de la condición humana.

Ello rompe con el imaginario que señala que delincuencia y pobreza van de la mano, cuando desde altas esferas de poder, económico y político, hay actores y agentes que delinquen bajo el ropaje de una institución privada o del Estado, lo que les asegura un tratamiento distinto al que normalmente recibe el delincuente común (raponero). Las ollas podridas destapadas en la DNE y en varias EPS son ejemplos de un actuar delictivo que se equipara, en términos de circunstancias y anhelos, al de las bandidos que azotan las principales ciudades de Colombia.

Desde la perspectiva económica, delincuentes y policías existen porque las condiciones del mercado y del sistema capitalista así lo permiten. De un lado, están quienes desean suplir una necesidad bien sea porque sufren de física hambre y, del otro, porque como víctimas de los modelos de éxito propuestos (impuestos) por la publicidad y la sociedad, quieren sentir lo que sienten los que ya gozan o van camino de alcanzar el anhelado éxito.

De igual forma, ambos roles están sujetos a las lógicas del mercado. Las armas para repeler a la delincuencia (incluye los costos de preparación de policías y soldados) ponen a andar a la industria militar que provee armas, pertrechos y toda suerte de elementos tecnológicos requeridos para enfrentar la desviación y la anomia que representan los delincuentes.

Por ello la respuesta de aumentar el pie de fuerza viene dada en términos de oferta y demanda, por cuanto la situación apremiante de inseguridad así lo amerita. Para las fuerzas represivas del Estado o los aparatos represivos de Estado, al decir de Althusser, parece ser suficiente con el aumento de efectivos armados en las ciudades para contrarrestar la delincuencia.

Niegan, de esta forma, la posibilidad -y la necesidad- de buscar otras aristas, factores y condiciones que aseguran o permiten la aparición del delincuente. Ese es el caso de la ciudad de Cali, recientemente ‘tomada’ por la institución policial para enfrentar disímiles formas en las que se expresa el delito y la delincuencia.

Desde la perspectiva política, la delincuencia en las ciudades sigue siendo un factor menor desde lo electoral, puesto que la agenda que traza e impone el conflicto armado interno, desplaza de alguna manera el interés y la responsabilidad que tienen alcaldes, gobernadores y el propio Presidente, en el aumento del crimen en las urbes colombianas.

El actual gobierno de Santos presenta una agenda en la que la guerra contra las Farc no es el único tema que la constituye, tal y como sí sucedió en las dos administraciones de Uribe en la que el único tema de la agenda era acabar con las Farc. Es posible que quiera darle un carácter político a la creciente delincuencia en las ciudades, sin que ello signifique que vaya a enfrentar las circunstancias que hacen posible que existan policías y ladrones.

miércoles, 8 de junio de 2011

La conciencia Intervenida

Por Víctor Manuel Niño*

Decir que el futbol y el catolicismo son los principales generadores de los nacionalismos (¿Será una contradición en si mismo, la propención del catolicismo al nacionalismo?) no es lo mismo que decir que no queremos que existan la iglesia católica y los partidos de futbol. Decir que se omite a Dios de todo discurso político, no es decir que se es ateo. Criticar al imperialismo mediatico que existe actualmente de la izquierda y la derecha (cuando se dice que no sé es de derecha, inmediatamente lo juzgan como comunista y cuando se dice que no sé es de izquierda, inmediatamente lo juzgan como fascista o títere del capitalismo) es ganarse de inmediato el minucioso odio de conservadores o populistas de cualquier tendencia, incluyendo la tendencia populista catolica; pero no quiere decir que al criticar estas tendencias se esté diciendo que no queremos que existan. Estos extremos nos llevan a los ciudadanos medios, a lo que actualmente es una constanste en las sociedades, a la desorientacion política. Se ha llegado hasta el extremo de erradicar del vocabulario social, la palabra"política" como productora de "corrupcion" u otras delincuencias. La palabra política está tan desgastada como los partidos políticos de vieja rancia que no lograron un deslinde racional entre estos.

La desorientación política desde el punto de vista social, es el caldo de cultivo de los políticos carismáticos y en últimas de todos los autoritarismos. El ciudadano medio, al juzgar desde sus fuentes informativas que toda política es corrupta, opta por el abstencionismo y entra en lo que cabe llamar: "ansiedad de la desorientación". Los miembros de la sociedad se tornan incapaces o indecisos en canalizar su descontento o "resentimiento" . El "resentimiento" es una fuerza social que se debe canalizar y al encontrarse en desorietación se vuelve ansiedad. Entonces "los resentidos" se juzgan en la sociedad de un modo peyorativo, sino despectivo. ( y más si es un intelectual el que es resentido).


El resentimiento y la envidia son fuerzas sociales que deben canalizarse. Una política oscura, fomenta la ansiedad de la desorientación y con ella todas sus consecuencias. Esto quiere decir que estamos socialmente ante el desconocimiento de la función de la política: la política no es una empresa para dar empleos de corbata, o enriquecer a unos cuantos sinverguenzas, sino para dar a las sociedades una organización, una convivencia. Puede sonar candoroso, pero así es y más ante las constantes dogmáticas u ortodoxas que quieren permanencia en el poder. Entonces la palabra política se ha llegado a identificar con la palabra "poder" o lo que es peor "autoritarismo" y no seria casual la aparicion en la historia actual de brillantes figuras carismàticas que tienen la tendencia a acaparar el poder:en el caso de Colombia Uribe velez y en el caso de Venezuela Hugo Chavez; en el caso de Italia Berlusconi y en el caso de Francia Sarcosy. En resumen, esta crisis de desorientación política en las sociedades produce sus caudillos y tiene una causa en el repudio que siempre ha causado la democracia en los dogmáticos, ortodoxos y carismáticos; otra causa en la coacción que quieren ejercer en la conciencia de los ciudadadnos los ortodoxos y dogmáticos. Quitarle el poder a la iglesia católica en la historia de occidente fue una lucha hercúlea que concluyó con la separacion de la iglesia y el estado, lo que se ha cumplido a medias; la iglesia católica jamas ha aceptado "la neutralidad" y hoy por hoy ha recuperado su "poder" ante la "conciencia publica" y la política. La creación de los tres poderes públicos en la sociedades de derecho, ha garantizado cierta neutralidad ante la puja del "ejecutivo" y la sociedad ha resistido a que clausuren uno de estos dos poderes de parte del ejecutivo. La separación de la iglesia y el Estado, ha sido un hecho, pero no ha garantizado la "neutralidad" de la iglesia ante el Estado por el constante intervencionismo de lo que deberia estar en la esfera privada ( los sermones solamente en las iglesias). Lo mismo que la educación ( que deberia ser neutral en el legado de la ilustracion ) que deberia ser monopolio del Estado. Uno de los grandes protagonistas de la constitución del 91, a pesar de su gran acierto, llamó a la iglesia a intervenir en el conflicto interno colombiano.Decir que la iglesia católica y protestante deberia ser neutral ante el Estado (cosa que ganaría el minucioso odio de una mayoria ) no es decir, como dijimos, que no queremos que existan las iglesias y sus cultos); fue una verguenza para colombia en las pasadas eleciones políticas para presdidente (2010-2014) que se haya logrado "satanizar" a los contendores politicos de un lider carismatico de "ateos". Esto revela una conciencia intervenida por el "eclesiasitico": revela un desorientacion entre la esfera privada y la esfera publica; lo que pertenece a la esfera privada, a la libertad personal no debería intervenir en lo que es la esencia de la esfera publica : la neutralidad. Esta confusion que prevalece en el ambito de estas sociedades, desata una desorientacion cuyas sintomas son la intolerancia y la esquizofrenia en las gentes de una sociedad ¿que tiene que ver todo esto con la libertad de conciencia? ¿que te miren como un animal raro por ser ateo, no es una intervención en la libertad de conciencia? ¿una fobia moral como la xenofobia o la omofobia?

*Escritor