La situación colombiana bien puede leerse a la luz de Thomas Hobbes: hay un “estado de naturaleza” en el cual nadie tiene garantizada su vida, su seguridad, y el disfrute de los frutos de su trabajo; todos los hombres quieren a su vez poder disfrutar de estos bienes, y en aras a ello se manifiestan dispuestos a acordar una limitación reciproca de su libertad. Hasta aquí, es apenas comprensible que hoy, Álvaro Uribe sea presidente y que la tendencia a maximizar la seguridad como el principal objetivo del Estado colombiano, continué.Ahora bien, hay que preguntarse si esta tendencia y el posible nuevo orden social que de ella resulte, son aceptables; es decir, si bajo las condiciones reales de existencia de los colombianos, sirven efectivamente a los autointereses razonables, a largo plazo y bien meditados de todos nosotros o, si por el contrario, son inaceptables por la falta de autonomía moral de los pactantes y por los desiguales costos y beneficios que le implicarían a los ciudadanos. Es necesario considerar que, aunque se acepte que la legitimidad de las reglas de convivencia social se basa en el acuerdo de todos los participantes, la forma que tome este acuerdo y la manera en que cada uno participa en él, depende esencialmente de las relaciones de fuerza en que descansa la sociedad.Tomando en cuenta la actual polarización del país y el manejo, que desde el gobierno, se le ha dado al asunto de la seguridad como una suerte de hito fundante de la nueva sociedad colombiana, se puede pensar, sin ser muy suspicaz, que la reelección del presidente Uribe, si llegara a darse, supone el riesgo de ser leída, por los sectores más retardatarios del país, como una decisión plebiscitaria, por parte del pueblo colombiano, en torno a la forma que tomará la sociedad y por ende a: cual será la función del Estado en ella. Así, aunque hipotéticamente el presidente Uribe fuera reelecto con una votación casi unánime, no deja de ser problemático el hecho de que la situación original de poder de los “contratantes” es desigual y que por ende, las normas de convivencia que de ello resultan exigen sacrificios desiguales a la vez que otorgan beneficios desiguales. En Colombia, bien puede decirse que la seguridad es un interés que todos están dispuestos a acordar; sin embargo, a la luz de lo que se viene diciendo, un acuerdo vía reelección-plebiscitaria, en torno a ella, deja de lado el hecho de que es la situación real de existencia de cada ciudadano lo que define, para él, qué es seguridad, qué tanto le interesa y hasta dónde esta dispuesto a sacrificar por ella.Acordar sobre una noción de seguridad como la que hasta ahora viene manejando el actual gobierno, no significa entonces lo mismo para un industrial, para un campesino, un obrero, un ama de casa o un ganadero. Es innegable que cada uno se encuentra en una situación diferente y los beneficios y sacrificios que esa seguridad le acarreará son igualmente diferentes. Finalmente, cabe preguntarse si los sacrificios que esta seguridad exigirá a los sectores menos afortunados de la sociedad colombiana, en última instancia, no ahondarán las causas estructurales de la problemática nacional
Autor: Jesús Alejandro Villa
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