martes, 12 de febrero de 2008

Que por lo menos no se note el favoritismo.

No quiero abalanzarme sobre los aspectos eternos de la desigualdad económica que vive nuestro país y que no es remediada por sus gobernantes. Pero si quiero de hablar de algo coyuntural, como fue lo de la marcha el 4 de febrero en “contra de las FARC”.

Bien se sabe que el 4 de Febrero miles de personas con atuendos blancos y con pancartas ofensivas a los grupos guerrilleros, desfilaron por las principales calles de nuestro país, y que en cientos de ciudades de todo el mundo se repetía tal coreografía.
Aquellas personas que parecían robots impulsados por los medios y lazarillos de un gobierno derechista, no sabían que el mismo día a las mismas horas, también se impulsaba una pequeña manifestación de nos más de 300 personas ubicadas específicamente en el atrio de la iglesia la Candelaria (Medellín), no menos justa y nunca apoyada por el gobierno, tal manifestación tenía como fin dar a conocer el dolor que se sentía tener familiar que sintió la tortura de la desaparición forzada.

Tal marcha en la que talvez no tenían inmensas pancartas ni miles de personas haciendo tumulto, pero en la que si poseían el dolor heredado por los años en ausencia de: esposos, esposas, madres, padres, hijos o hijas que dejaron el seno hogareño y que talvez ahora habitan en fosas comunes lejanas de civilización, guardando el silencio de su cruel partida.

Los manifestantes en su mayoría mujeres, pertenecientes a la corporación: Madres de la Candelaria Línea fundadora, llevaban en sus manos las fotos ampliadas de los desaparecidos, que en los últimos diez años suman más de 4000 victimas, cuyo alto porcentaje de la cifra recae en grupos paramilitares, fuerza publica y un porcentaje menor en grupos insurgentes.

Y es cierto, la desigualdad en este país no solo se ve reflejada en las alacenas escasas de comida o en los desaforados inviernos vividos bajo un puente, sino en hechos como este, que el estado solo preste atención a los secuestrados de personas con altos ingresos monetarios y que deje olvidados por completo a aquellos que aunque no tengan mucho dinero, también sintieron, sienten y sentirán el dolor de sus desaparecidos. Para estas personas no sirve el acuerdo humanitario, por lo menos a las familiares de los secuestrados les envían pruebas de vida, pero a estas personas no les llegó nada, ni una llamada ni una leve carta llena de esperanza.

Cada noche imaginan el paradero de los restos de sus seres queridos, y cada instante de soledad se convierte en el momento oportuno para imaginar la forma en la que sus familiares dejaron de existir, en los que les fue arrebatada la vida.
Está bien que se marche por la liberación de los secuestrados, pero porque también no se hace lo mismo en honor a los desaparecidos??

¡¡que viva la igualdad de nuestra nación!!

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