miércoles, 28 de mayo de 2008

Murió el profesor Eduardo Umaña Luna

Bogotá D.C., 28 de mayo de 2008 –Agencia de Noticias UN– En la mañana de hoy falleció Eduardo Umaña Luna, profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia.

Umaña Luna realizó sus estudios en las universidades Nacional de Colombia y Externado de Colombia, recibiendo el título de doctor en Derecho en el año de 1951. Fue catedrático desde 1953 de Sociología General y de Derecho. Investigador, docente y cofundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, institución que lo nombró profesor titular y emérito. Alternó estas actividades con el ejercicio de penalista, especialmente en la defensa de presos políticos bajo el procedimiento de los consejos verbales de guerra, y es autor de varios libros notables sobre estos temas.

Junto a Orlando Fals Borda y Camilo Torres dio vida intelectual a la Facultad de Sociología, además fue uno de los gestores del Departamento de Trabajo Social.

Se recuerdan sus estudios y disertaciones magistrales sobre los derechos humanos y el reconocimiento de la universidad pública como centro de debate y de culto a la vida. Asimismo, su ejercicio como investigador y docente, cuyos aportes al derecho, la sociología y la cultura colombiana le hicieron merecedor del premio “Alfonso López Pumarejo”.

El profesor Umaña Luna nació en Bogotá en 1931. La velación de su cadáver será esta tarde a partir de las 5 en el aula máxima de la Facultad de Derecho de la UN en Bogotá.

martes, 27 de mayo de 2008

Farcpolítica: ¿el turno para el gobierno Uribe?; ‘Tirofijo’: una vida desperdiciada en la guerra

Por
Germán Ayala Osorio (Colombia)
La parapolítica y el recién inaugurado proceso de la farcpolítica representan la deslegitimación y cooptación del Estado colombiano, por parte de grupos políticos, gremios económicos, medios de comunicación y personas naturales, que ante la debilidad de las instituciones estatales y el silencio de la sociedad civil, buscaron y lograron poder político y económico, apoyados en grupos armados al margen de la ley. Así, siguieron el camino histórico trazado por familias tradicionales que aseguraron de manera temprana las condiciones de desigualdad y exclusión que hoy Colombia exhibe, sin pudor, ante el mundo.

Ante la imposibilidad de pensar en un proyecto de nación amplio e incluyente, sectores privilegiados y emergentes buscaron cooptar el Estado y lograron poner a su servicio no sólo el erario público, sino la institucionalidad y la ley, dándole el carácter mafioso que el ciudadano del común percibe del Estado colombiano.

Estas pretensiones se originan tanto en grupos de derecha como de izquierda, apoyados claro está, en el poder intimidatorio de las organizaciones al margen de la ley, AUC, Farc y Eln, cuyos millonarios presupuestos los obtienen del narcotráfico.

Digamos que en las descritas circunstancias se deben ubicar, para su comprensión, los fenómenos de la parapolítica y la farcpolítica. Pero bien vale la pena mirar límites diferenciadores entre la acción política de aquellos que optaron por el apoyo de los paramilitares y las guerrillas para enriquecerse a costa del empobrecimiento de grandes mayorías, desamparadas por el Estado, y entre quienes, por distintas razones, se han acercado a las guerrillas de las Farc por razones humanitarias, con la intención de lograr el regreso a casa de secuestrados (civiles) y de los llamados prisioneros de guerra, en manos del señalado grupo armado ilegal.

No pueden caer en ligerezas la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía investigando a quienes de tiempo atrás mantienen una relación y un intercambio de ideas con las Farc, en el marco de negociaciones autorizadas por el mismo gobierno de Uribe, bien para lograr el regreso de los secuestrados por la acción unilateral de sus captores, o para discutir un eventual canje humanitario y por qué no, el inicio de un proceso de paz.

Hay que distinguir muy bien qué significa apoyar o coadyuvar a las Farc para que adelanten atentados o puedan desarrollar sus actividades ilegales. Buscar contactos con las Farc por razones humanitarias no puede entenderse como una colaboración para delinquir. Puede estarse cocinando en la Fiscalía, con la presión del Gobierno de Uribe, un proceso de persecución política contra aquellos que acompañaron a Pastrana en la aventura del Caguán, antes y durante el proceso de negociación adelantado en la zona de distensión.

No sería extraño que el señalamiento contra el ex ministro Leyva tenga ese trasfondo. Su cercanía a las Farc y la confianza que dicho grupo armado ilegal parece tenerle al político conservador, no significan que haya participado en la preparación de atentados o en la preparación de documentos e iniciativas para refundar la patria. Hablar de asambleas constituyentes no es lo mismo que pensar en mecanismos de cooptación paramilitar para refundar la patria tal y como sucedió con quienes hoy están investigados y procesados en el marco de la parapolítica.

Que alcaldes y gobernadores o funcionarios públicos de mediano rango hayan permitido la penetración de las Farc en el manejo de contratos, tipifica sin duda un delito y la justicia debe actuar en consecuencia. Pero de ahí a buscar poner tras las rejas a quienes han establecido contactos con la insurgencia con el propósito de aliviar el dolor de centenares de familiares que esperan por sus seres queridos secuestrados, hay una diferencia abismal que el Gobierno y la Fiscalía no se pueden dar el lujo de desconocer.

Distinto ha sido el proceso de la parapolítica, en el que con claridad, se evidenció la cooptación de instituciones como el DAS, el Congreso, Gobernaciones y Alcaldías, entre otras, por parte de las AUC.

Recordemos que los miembros de los partidos políticos tradicionales y de las micro empresas electorales que acompañaron en 2002 al candidato Uribe Vélez en la aventura hacia la Casa de Nariño, pretendieron no sólo refundar el Estado, sino refundir los avances significativos logrados con la constitución del 91, especialmente en lo que toca a la protección de derechos ciudadanos.



‘Tirofijo’: una vida desperdiciada en la guerra


Con la parafernalia mediática de RCN y Caracol, el Gobierno de Uribe Vélez exhibió como un triunfo la muerte del legendario Manuel Marulanda Vélez, a quien al parecer, un paro cardíaco, y no las balas oficiales, acabó con su improductiva existencia. Dedicar más de cuarenta años a la guerra fratricida que libró en Colombia, a nombre de la pobreza, la desigualdad y la exclusión, sin haber alcanzado el poder político que le permitiera reversar dichas condiciones, tiene un solo nombre: fracaso.

Pero al fracaso de ‘Tirofijo’ le acompaña un largo listado de fracasos y fracasados. Miremos: no sólo fracasaron cada uno de los comandantes de los frentes guerrilleros, los mandos medios y bajos, y claro la propia cúpula de las Farc, sino cada uno de los generales de la República de Colombia que lo combatieron por años y que en no pocas ocasiones celebraron su muerte; es decir, fracasó el Ejército colombiano. Han sido más de cuarenta años de lucha armada que demuestra la incompetencia de dos fuerzas en combate.


De igual manera, fracasaron los Presidentes que buscaron la paz con él, y aquellos que hasta hoy, gastaron - y seguirían gastando- millones de dólares en operativos militares para dar con el paradero del asesino de marras y con sus secuaces. Fracasó, también, el Estado colombiano, incapaz de solucionar los problemas de exclusión, pobreza, concentración de la riqueza e inequidad, que supuestamente alimentaron la lucha de ‘Manuel Marulanda Vélez’ y la de sus hombres. Fracasó, igualmente, la sociedad civil colombiana, y los propios partidos políticos, incapaces de recoger las demandas de los alzados en armas, con el objetivo de sopesarlas y viabilizar su solución.

Una vida dedicada a la guerra no es más que la demostración de incapacidad para aceptar la diferencia, para dialogar y para buscar el bien común. Y de ello dan testimonio todos aquellos que acompañaron a Pedro Antonio Marín y por supuesto, quienes le combatieron hasta hoy, y aquellos que seguirán haciéndolo.

Más que celebrar la muerte del criminal, al Estado colombiano le queda el compromiso de cambiar las circunstancias iniciales que hicieron posible el surgimiento de ‘Tirofijo’ y de quienes hoy permanecen en las Farc.

Una sociedad que celebra y aplaude los horrores de la guerra, niega la oportunidad al diálogo y a la discusión civilizada de las ideas. El camino de las armas siempre será una opción errada, de ahí la necesidad que tenemos en Colombia de hacer viable la política por encima de quienes disfrutan de la guerra.

‘Tirofijo’, Carlos Castaño, Salvatore Mancuso y Álvaro Uribe convirtieron la venganza y lo inhumano en valores culturales de especial significado en Colombia. Con la muerte de los guerreros no se alcanza la paz, sólo hay tiempo para el goce de sus enemigos.


domingo, 25 de mayo de 2008

¿Extradición o acuerdo?

La extradición, el pasado martes 13 de mayo, de 14 jefes paramilitares a EEUU responde a estrategias electorales diseñadas para favorecer al Partido Republicano, debilitado sustancialmente por la guerra en Irak, el problema con los combustibles, la baja del dólar y el Plan Colombia. Por otra parte, a Uribe le sirve para apoyar la reelección de la seguridad democrática, buscando opinión favorable luego de los escándalos de la parapolitica y por los dineros que se pueden recibir para ayuda al Plan Colombia y su postergación, el Plan Consolidación. La extradición, al ser una estrategia electoral, no está pensada para hacer justicia sobre las personas que cometieron crímenes de lesa humanidad y se convierte en una pantalla que favorece la imagen de un presidente de extrema derecha y niega la posibilidad de que se juzguen y castiguen los crímenes que cometieron estos comandantes, al tiempo que obstaculiza la reparación de las víctimas y no permite que se esclarezca la verdad en torno a los verdaderos responsables de estas acciones.
La salida de narcotraficantes y paramilitares del país, en enrarecidos procesos de extradición, es una de las acciones que busca la reorganización de mafias de narcotraficantes y de paramilitares, al tiempo que ayuda a eludir el proceso con las víctimas y limpia la imagen de un presidente que tuvo que extraditar viejos amigos para evitar complicaciones judiciales en las cortes colombianas y en la Corte Penal Internacional, ya que los extraditados no pueden ser detenidos en EEUU por crímenes de lesa humanidad, dado que ese país no firmó los protocolos de Viena. En Colombia, por otra parte, se siente el insulto que se hizo al sistema judicial, a miles de campesinos, activistas y periodistas que fueron víctimas de estos asesinos, que ahora cuentan con visa, al tiempo que se deslegitiman los esfuerzos de las Cortes y la Fiscalía, al dar por sentado y promover en la opinión pública que ahora sí van a ser castigados, cuando, en realidad, la falta de protestas de los capos demuestra los posibles acuerdos con los que aliviarían las extinciones de dominio, legalizarían parte de sus fortunas, garantizarían el control económico de sectores por los que se mueven encubiertos sus capitales y les garantizarían narían el derecho de continuar con sus negocios y ser respetables empresarios luego de cumplir condenas arregladas con la DEA y otros organismos del gobierno norteamericano.
Bush, en momentos en que el Partido Demócrata es más fuerte que el Republicano, necesitaba demostrar que la inversión en el Plan Colombia se justificaba y daba resultados. Por ello, la extradición, más que favorable, era necesaria. Aunque los demócratas tienen problemas por en enfrentamiento entre las dos pre candidaturas al interior del partido, la de Hillary Clinton y la de Barack Obama, la opinión publica en EEUU no es favorable a Bush y, menos aún, a los republicanos. La actual administración de la Casa Blanca tiene que mostrar resultados en materia de su 'guerra contra las drogas' y de derechos humanos, particularmente en Colombia, si quiere mantener el control político sobre este Estado, por ello son hoy 14 los capos que están en vitrina.
Por otra parte, al mostrar resultados, se favorece la discusión al interior del Congreso sobre la firma del TLC con Colombia: si uno de los problemas para firmarlo era la inoperancia de Álvaro Uribe, por sus vínculos con los paras, para garantizar condiciones mínimas en materia de derechos humanos, esta discusión habría quedado salvada. Ahora que los principales comandantes paras se encuentran en EEUU, cabe la pregunta del porqué se fueron sin hacer ruido, ¿será este silencio resultado de las negociaciones con la DEA o de un reconocimiento por ayudar a la economía de EEUU, habiendo protegido los intereses de multinacionales mineras, como la Drumond –patrimonio de la familia Bush–, o de fruteras, como Chiquita Brands, mediante desplazamientos y asesinatos de sindicalistas? Sabiendo que la política exterior de EEUU se caracteriza por convertir enemigos en amigos y por hacer lo opuesto cuando no les son funcionales, como el caso de Noriega y Bin Laden, cabe preguntar: ¿qué acuerdos hay para que se mantenga el silencio de los paras?
A pesar de que se generalice la idea, a través de diferentes medios, de que se justifica esta actuación por los problemas de corrupción interna en las cárceles y por la continuación de los crímenes de los extraditados, siendo mejor que paguen sus penas en las cárceles de EEUU, la realidad es otra: los criminales que están ahora fuera del país no tienen por qué decir la verdad sobre sus vínculos con la alta dirigencia política del país y sobre el servicio que prestaron sus ejércitos privados a los grandes intereses económicos nacionales e internacionales, pues se les juzga por narcotráfico y no por sus delitos de lesa humanidad.
Por otra parte, los bienes que entregaron en el país para la reparación de las víctimas no fueron ni siquiera representativos de lo despojado a través de la violencia y, ahora que están fuera de la Ley de justicia y paz, la extinción de dominio la administrará EEUU. Hay que recordar que la 'guerra contra las drogas' no se basa en un fin ético, sino en evitar que otros países se lleven la divisa estadounidense a economías extranjeras: de esta manera, vuelve a EEUU el dinero que salió de los bolsillos de sus drogadictos y consumidores de droga, y a las víctimas se les da caramelo con la argumentación de que el dinero destinado a ellos saldrá de las arcas del Estado. A pesar de la impunidad en la que van a quedar muchos crímenes, que no serán reparados con verdad y recursos para las víctimas del terrorismo de Estado, estos delitos no podrán ser juzgados por la Corte Penal Internacional, que no podrá tocar a los paras aún cuando ésta tenga conocimiento de las atrocidades que aquellos cometieron. Las cárceles de EEUU protegen a asesinos en masa de pagar por las acciones con las que asolaron, mediante el terror, grandes zonas de la geografía nacional y con las que intimidaron y desplazaron a la población para evitar que se organizara y luchara por sus derechos y reivindicaciones sociales.
La Ley de justicia y paz, a pesar de la amnesia y la supuesta pobreza de algunos paramilitares, es un proceso interno en el que se estaban desenmascarando las relaciones de muchos políticos con los ejércitos privados y el narcotráfico. La estabilidad del presidente, su credibilidad y la política de seguridad democrática, gracias a las declaraciones y a los procesos penales que se adelantaban, estaba siendo menoscabada. Las evidencias de relaciones del gobierno con grupos ilegales es clara y toca al presidente, tal como comunidades, activistas y periodistas han denunciado desde antes de iniciado su gobierno, hace más de seis años. Gracias a la extradición, se ofrece a la opinión pública la idea de que Uribe combate con igual firmeza a las organizaciones insurgentes que a los paramilitares, limpiando, de paso, su imagen y la de sus allegados.
Sin embargo, una acción vendida como una buena solución y un acto de firmeza y soberanía es precisamente lo contrario: Uribe estaba cercano a ser implicado de forma más aguda en los procesos de parapolitica y, para evitarlo, extradita a los jefes paramilitares, acogiéndose a los fueros que, dentro de la ley, le permite no consultar a la Corte Suprema. Nuestras leyes y soberanía se deslegitimaron con la decisión amañada de una sola persona. Uribe enmascara realidades a su antojo e insulta al pueblo colombiano, al someterlo a la falta de claridad que produce que los paras no tengan que declarar sobre las masacres que realizaron, sobre con qué miembros de la Fuerza Pública las realizaron y sobre qué políticos e influyentes personalidades de la economía los mandaron. Mientras tanto, la extradición favorece la reingeniería de los paramilitares, en cuanto a órgano articulado con el gobierno y fuerzas estatales, además de darle vía libre a organizar de otra manera el negocio de producción y comercialización de sustancias psicoactivas. Las autodenominadas Águilas Negras siguen actuando militarmente, asesinando, amenazando y desplazando, bajo una colaboración evidente o encubierta de las fuerzas del Estado, evidenciando qué poderes económicos y políticos siguen dirigiéndolos. Sin jefes paramilitares, los mandos medios ocupan los puestos de sus jefes con la ilusión de obtener sistemas más perfeccionados de operación con los que eviten capturas y obtengan los beneficios de los dineros del narcotráfico y del Estado. Extraditar le resulta beneficioso a Uribe, en momentos en que prepara su campaña de reelección de la seguridad democrática, una vez purgado el escenario político con la propuesta de reforma política, este acto es el que cierra la presentación de Uribe como persona digna de representar estabilidad y honestidad.

martes, 13 de mayo de 2008

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE URIBE EN RELACION CON AGRESIONES OFICIALES A IVAN CEPEDA

Bogotá, mayo 7 de 2008
Doctor: ALVARO URIBE VÉLEZ PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Ciudad
Reciba de los firmantes de esta carta un respetuoso saludo.
En esta oportunidad, nos impulsa a escribirle, el pronunciamiento público de la Presidencia de la República divulgado por los medios masivos de comunicación el pasado 3 de mayo, en el cual se consignó lo siguiente: "La presidencia de la República rechaza las informaciones calumniosas del columnista IVAN CEPEDA publicadas hoy, quien posa de víctima de violación de derechos humanos y en la práctica es un hostigador a que se violen los derechos humanos" Así mismo los señalamientos que usted hiciera el 6 de mayo durante el desarrollo de un consejo comunal donde entre otros aspectos califico al señor Cepeda como un (….)" farsante de los derechos humanos… que "salen cobardemente (a decir) que el Gobierno los está poniendo en peligro.(...) Que van a ir a hablar con unos senadores para que no aprueben el TLC, para que le manden una carta de regaño al Presidente Uribe desde la comunidad internacional"…. Y donde Ud. solicito "…a aquellos que tanto los secundan en la comunidad internacional, a que antes de compadecerse por las lágrimas de cocodrilo de estos farsantes de los derechos humanos, vengan a ver qué es lo que está pasando en Colombia"…. Señor Presidente, En primer lugar, el artículo del Defensor de Derechos Humanos al que hace referencia, se fundamenta en una reciente visita a Montería que hiciera el Sr. Cepeda, donde escuchó a las víctimas y constató, que la realidad es más tozuda que su discurso que se empeña en negar la existencia del paramilitarismo en buena parte de la geografía nacional. Efectivamente, el departamento de Córdoba es un ejemplo claro de esta situación, donde persiste la criminalidad tanto en la Universidad de Córdoba, como en la vida económica, social y política de la ciudad, la cual ya había sido puesta en conocimiento de la opinión pública entre otros, por Fernando Garavito, Felipe Zuleta, Gonzalo Guillen, Daniel Coronel, y Gustavo Petro, este último con relación a sus denuncias sobre la Universidad de Córdoba. Este escenario contrasta con la situación de las víctimas, quienes no ven sus más mínimos derechos satisfechos y se encuentran despojados de toda condición material que les permita tener una vida digna. Señor Presidente, No es la primera vez que esa verdad de apuño se dice, se escribe o se nombra diáfana y coherentemente. Y no es la primera vez que Ud. y su Gobierno censuran la libre expresión establecida como un derecho en nuestra Constitución Nacional y en variados instrumentos internacionales de derechos humanos. Tampoco es la primera vez que la respuesta a las afirmaciones sea el denigrar del acusador, el mentir sobre las motivaciones de quién escribe. La respuesta de la Casa de Nariño en este caso censura sin dar respuesta a cada una de las afirmaciones del artículo, evade dar respuesta al fondo y acusa a Iván de calumniador y farsante de los derechos humanos. En segundo término niega la autoridad ética de Iván Cepeda, pues dice de él que posa de víctima de violación de derechos humanos, negando que el columnista IVAN CEPEDA CASTRO -a la vez vocero del Movimiento Nacional de Víctimas de crímenes del Estado- es hijo del senador MANUEL CEPEDA VARGAS miembro de la UP, quien fuera asesinado por miembros del Ejército Nacional en coordinación con las estructuras paramilitares, tal como quedó establecido en sentencias proferidas por tribunales nacionales, y donde el Estado ha reconocido su responsabilidad en este crimen ante la Honorable Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Así que, IVAN CEPEDA CASTRO, no posa de víctima, sino que efectivamente lo es. No es un calumniador, sino una voz de denuncia que se levanta en medio del silencio cómplice con el crimen y la impunidad. No es "farsante de los derechos humanos", ni un hostigador para que se violen los derechos humanos, sino un comprometido defensor de los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación integral, en medio de un panorama que no garantiza estos reclamos, y que por el contrario, estimula un clima de hostigamiento y persecución, incluso animado desde el alto gobierno. Las denuncias de IVAN CEPEDA CASTRO, deben alentar al Estado a prevenir las violaciones, a desmontar efectivamente el paramilitarismo, a romper sus estructuras económicas y políticas, a investigar y sancionar a los responsables de la creación y fomento del paramilitarismo. Señalar a las víctimas y sus denuncias como culpables o instigadoras de violaciones de derechos humanos no responden a las necesidades de justicia y reparación, y en cambio, favorece a los perpetradores de los crímenes, ocultan la verdad y alienta la creciente impunidad. Los repetidos señalamientos que viene haciendo el alto Gobierno Nacional y usted como Presidente contra el Movimiento Nacional de víctimas y sus voceros, a la vez que son una cortina de humo para tapar los vínculos institucionales con los crímenes paramilitares, es contrario al deber de garantía de protección y de respeto, y estimula los ataques y la persecución generalizada que vienen enfrentando victimas, defensores de derechos humanos y organizaciones sociales. Por último, llama poderosamente la atención que el Gobierno del Dr. Álvaro Uribe Vélez, salga siempre presuroso a la defensa de los derechos y la honra, de quienes son acusados de victimarios y exige para ellos el cumplimiento estricto de todas las garantías judiciales, pero por otra parte sin ningún cuidado y sin la más mínima reserva, hace y permite pronunciamientos públicos de sus propios agentes "privados", en contra de las víctimas y los defensores de derechos humanos. En este sentido cabe solo recordar su negativa a desautorizar las palabras de su alto consejero José Obdulio Gaviria (aun con solicitud de 63 congresistas Estadounidenses de por medio), así como la actitud de miembros de su Gobierno de desestimar las amenazas contra los Defensores de derechos humanos, víctimas y líderes sociales y sindicales. En virtud de lo expuesto nos permitimos solicitarle: Ø Que en nombre del Estado de Colombia se retracte públicamente de los pronunciamientos efectuados contra IVAN CEPEDA CASTRO, vocero del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado. Ø Que ordene a los servidores del Estado, cualquiera sea su investidura, que se abstengan hacia futuro de realizar manifestaciones contra las víctimas y sus organizaciones. Ø Que se garantice a las víctimas que sus justas reclamaciones de verdad, justicia y reparación no sean motivo de persecución alguna por parte del Estado, y que por el contrario, se adopten todas las medidas para garantizar la protección a su vida e integridad personal y su derecho a participar en la reivindicación de sus derechos.
De usted,
Atentamente,
Movimiento Nacional de Victimas de Crímenes de Estado Colectivo de Abogados "José Alvear Restrepo" Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos – CPDH Hijos e Hijas por la memoria y contra la Impunidad Comité de Solidaridad con los Presos Políticos –CSPP Fundación Manuel Cepeda Comisión Intereclesial de Justicia y Paz Corporación Jurídica Yira Castro Corporación AVRE FENSUAGRO FENALTRASE SINTRAUNICOl Asonal Judicial Asociación de Profesores Universitarios – ASPU Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios –ACEU ASOCIACION NACIONAL DE ESTUDIANTES DE SECUNDARIA Partido Comunista Colombiano SINALTRAINAL Partido Socialista de los Trabajadores Corporación Claretiana Norman Pérez Asociación Nacional de Ayuda Solidaria – ANDAS- Centro de Investigación y Educación Popular-CINEP Asamblea de la Sociedad Civil por la Paz FASOL COSPAC Red de Alternativas a la Impunidad y la Globalización del Mercado Comunidad Kamkuama Desplazada Polo Democrático Alternativo Dr. GLORIA CUARTAS Asociación Campesina para el Desarrollo Integral del Sur del Putumayo – ACADISP Asociación de Consejería Nasa Kwesx Ksxaw del Putumayo Cabildo Indígena Nasa Cxhab de Puerto Asís, Putumayo Comunidad de vida y trabajo la balsita – Dabeiba Comunidad civil de vida y paz – Meta Consejo de comunidades negras del Rió Naya Comunidad de Autodeterminación Vida y Dignidad – Cacarica Consejo Comunitario Mayor del Curvaradó Consejo Comunitario Mayor del Jiguamiandó Asociación de familiares de las víctimas de la Violencia Socio – Política de Rió sucio, Clamores ASOTEQUENDAMA-Sucre - Cauca Asociación campesina "Los Bienandantes"-sucre - Cauca Familiares de Victimas de San Antonio-Inza - Cauca Comunidad de Ullucos-Resguardo de San Francisco-Toribio - Cauca Comité Estudiantil Unicauca Familiares de Victimas Vereda la Sonora - Trujillo Valle Los barrios de Buenaventura con Población Afrodescendiente del Lleras, San Francisco, Punta del Este, Pueblo Nuevo, Unión de Vivienda, Puerta del Cielo, Calle Garrido, Centenario, Juan XXIII la Gaitana y el Jorge. Comunidades de villa Estela, el Nueve, las Brisas, la Colonia, San Isidro, pertenecientes al Consejo Comunitario de Comunidades Negras del Bajo Calima Palenque el Congal - Buenaventura ANPAC, Buenaventura ANTHOC - Buenaventura Comité de Salvación de Buenaventura Fundación Cultural Hullas Africana - Buenaventura Asociación de comunidades negras de Cajibio AFRANED Corporación Vive - Buenaventura Pastoral Afrocolombiana de Buenaventura Cepa – Buenaventura Mesa Nacional De Concertación De Mujeres Colectivo De Mujeres Jóvenes Populares Casa de la Mujer Ruta Paci¬fica de las Mujeres Comité de Salvación de Buenaventura Consejo Comunitario General del Bajo San Juan - ACADESAN Pastoral Afrocolombiana de Buenaventura CEPA - Buenaventura Asociación Campesina para el Desarrollo Integral del Sur del Putumayo - ACADISP Corporación Colectivo De Abogados Luís Carlos Pérez. Colombia Asociación de Mujeres Lideres Desplazadas en Resistencia-ASMULIDER

miércoles, 7 de mayo de 2008

Torquemadas posmodernos: la nueva apuesta del furibismo

Por
Germán Ayala Osorio (Colombia)
Con la puesta en evidencia de la cooptación del Estado y de gran parte de la sociedad civil, por parte del fenómeno paramilitar, se destapan actitudes y propuestas que guardan simpatías y se acercan programáticamente al proyecto de extrema derecha que encarnan las AUC y que siguen quienes hoy desestiman la crisis por la que atraviesa el Gobierno nacional y las instituciones públicas.

En estos tiempos agitados y de evidente crisis de gobernabilidad y legitimidad, se desnudan fascistas con tal facilidad, que la adormecida sociedad civil colombiana apenas si alcanza a percibir los aromas guerreristas de quienes, sin duda, se han convertido en testaferros ideológicos del paramilitarismo, bien por omisión o por acción.

Es en ese contexto que se entiende la columna de Alfredo Rangel, intitulada Al fondo del caso Yidis, publicada en el diario EL TIEMPO recientemente. No se puede pasar por alto lo enunciado por Rangel, quien funge como director de la Fundación Seguridad y Democracia.

El columnista de EL TIEMPO dijo: “Más allá de la casuística y de los cruces de dimes y diretes en que inevitablemente se convierte un caso como el de Yidis Medina, su autoacusación es una oportunidad para analizar algunos temas de fondo: los límites entre la transacción política y el cohecho, la frontera entre la protección de las fuentes y la complicidad con el delito, y los intereses ocultos detrás de la actual explosión de demandas y provocación de escándalos contra personas relacionadas con el Gobierno Nacional. En estos tiempos tan agitados y sobre todo ante la presencia de un crimen, creo que va siendo hora de revisar el decimonónico carácter absoluto y ponerle ciertos límites al secreto de la confesión religiosa, a la reserva médica y a la protección de las fuentes periodísticas.”[1]

Ponerle límites a la protección de la fuente periodística es una apuesta premoderna propia de quienes comparten que la prensa debe estar al servicio del poder político y económico, por encima del carácter liberal -y liberador- con el cual se entiende -y debe entenderse- el ejercicio del periodismo.

Ya bastante tenemos con una prensa maniatada por su propia incapacidad e interés por profundizar en las causas que nos llevaron a la actual crisis moral y ética del ejercicio de la política en Colombia.

Es suficiente con el carácter corporativo con el cual el periodismo colombiano aborda los hechos, en un entorno naturalmente turbulento como el nuestro. Qué más podemos esperar de la prensa, cuando los criterios de noticiabilidad se aplican de forma acomodaticia y en muchos casos, con un afán económico que se traduce en la comercialización de la noticia y por lo tanto, de los hechos noticiables y noticiosos.

La autocensura -y la censura no declarada- son ya límites que la prensa y los periodistas colombianos promulgaron, crearon y aceptaron, y con los cuales se generó el unanimismo ideológico y político que se respira en Colombia desde 2002.

Pero una cosa es que hoy tengamos un periodismo atemorizado, amañado y con pocas posibilidades de enfrentar a un gobierno abiertamente ilegal e ilegítimo como el de Uribe Vélez, y otra muy distinta aceptar que se le despoje de una de las armas con las cuales puede defenderse de futuras arbitrariedades del poder político, social y económico que encarna el proyecto paramilitar.

De hacerse realidad la propuesta del columnista de EL TIEMPO, tendríamos el resurgimiento de Tomás de Torquemada. Bienvenida entonces la inquisición uribista-rangelista. Hay que preparar desde ya el titular de primera página, pero antes, la carta de aceptación con el sello indeleble de nuestro Torquemada posmoderno.

La propuesta de Rangel acompaña la razón de ser de proyectos militaristas y dictatoriales como los de Pinochet Ugarte en Chile, de Strossner, en Paraguay y de Videla, y sus secuaces, en Argentina.

Quizás muchos creerán que Colombia debe transitar los caminos que dichos pueblos suramericanos recorrieron con dolor, y del cual apenas si han alcanzado a reponerse. Es probable que con la entronización del proyecto y del fenómeno paramilitar, Colombia empiece a recorrer los senderos del terror trazados por los dictadores de marras. Quizás Rangel extrañe lo más parecido que hemos tenido a un régimen de terror al mejor estilo de los que vivieron países del Cono sur: el gobierno de Turbay Ayala.

Por fortuna Daniel Samper Pizano dedicó su columna en EL TIEMPO, a la propuesta de Rangel. Señaló el periodista que “en otras palabras, que, a conveniencia del interesado de turno, pueda obligarse a un cura a divulgar los pecados de quien pasó por el confesionario, a un médico las circunstancias en que atendió a un paciente y a un periodista la identidad de una fuente. Por esa vía podría aconsejarse la liquidación del secreto profesional del abogado, la reserva del sumario y derechos elementales como recibir asistencia jurídica o no denunciar a los familiares más cercanos. Ya que los tiempos andan "tan agitados" (hace poco Rangel daba a entender lo contrario), también podría parecer un poco decimonónico el hábeas corpus y no estaría mal acabar de una vez con él. De pronto hasta podríamos copiar la doctrina de Bush, que autoriza torturas y permite detenciones en condiciones inhumanas. Lo que falta es imaginación, señores...”[2]

Así, con propuestas audaces y temerarias como la que hoy nos ocupa en esta columna, va tomando fuerza un ideal de país que muchos colombianos comparten; y que se traduce en un régimen político criminal, que con funda democrática, confunde a propios y a extraños.

El miedo a las libertades ciudadanas, al pensamiento plural y libre y a la separación de poderes, es propio de quienes creen profundamente en que son los ‘elegidos’ para gobernar y disponer de las vidas de sus congéneres. Construirse en libertad es difícil, de ahí que sean mayoría quienes ven en los controles y en el panóptico óptimas circunstancias para vivir en democracia.

[1] RANGEL, Alfredo. Al fondo del caso Yidis. Tomado de EL TIEMPO.COM; el subrayado es mío.
[2] SAMPER PIZANO, Daniel. Soplan malos vientos. Tomado de EL TIEMPO.COM

domingo, 4 de mayo de 2008

EL RIESGO DE UNA LECTURA PLEBISCITARIA DE UNA NUEVA REELECCIÓN DE URIBE

La situación colombiana bien puede leerse a la luz de Thomas Hobbes: hay un “estado de naturaleza” en el cual nadie tiene garantizada su vida, su seguridad, y el disfrute de los frutos de su trabajo; todos los hombres quieren a su vez poder disfrutar de estos bienes, y en aras a ello se manifiestan dispuestos a acordar una limitación reciproca de su libertad. Hasta aquí, es apenas comprensible que hoy, Álvaro Uribe sea presidente y que la tendencia a maximizar la seguridad como el principal objetivo del Estado colombiano, continué.

Ahora bien, hay que preguntarse si esta tendencia y el posible nuevo orden social que de ella resulte, son aceptables; es decir, si bajo las condiciones reales de existencia de los colombianos, sirven efectivamente a los autointereses razonables, a largo plazo y bien meditados de todos nosotros o, si por el contrario, son inaceptables por la falta de autonomía moral de los pactantes y por los desiguales costos y beneficios que le implicarían a los ciudadanos.

Es necesario considerar que, aunque se acepte que la legitimidad de las reglas de convivencia social se basa en el acuerdo de todos los participantes, la forma que tome este acuerdo y la manera en que cada uno participa en él, depende esencialmente de las relaciones de fuerza en que descansa la sociedad.

Tomando en cuenta la actual polarización del país y el manejo, que desde el gobierno, se le ha dado al asunto de la seguridad como una suerte de hito fundante de la nueva sociedad colombiana, se puede pensar, sin ser muy suspicaz, que la reelección del presidente Uribe, si llegara a darse, supone el riesgo de ser leída, por los sectores más retardatarios del país, como una decisión plebiscitaria, por parte del pueblo colombiano, en torno a la forma que tomará la sociedad y por ende a: cual será la función del Estado en ella. Así, aunque hipotéticamente el presidente Uribe fuera reelecto con una votación casi unánime, no deja de ser problemático el hecho de que la situación original de poder de los “contratantes” es desigual y que por ende, las normas de convivencia que de ello resultan exigen sacrificios desiguales a la vez que otorgan beneficios desiguales.

En Colombia, bien puede decirse que la seguridad es un interés que todos están dispuestos a acordar; sin embargo, a la luz de lo que se viene diciendo, un acuerdo vía reelección-plebiscitaria, en torno a ella, deja de lado el hecho de que es la situación real de existencia de cada ciudadano lo que define, para él, qué es seguridad, qué tanto le interesa y hasta dónde esta dispuesto a sacrificar por ella.

Acordar sobre una noción de seguridad como la que hasta ahora viene manejando el actual gobierno, no significa entonces lo mismo para un industrial, para un campesino, un obrero, un ama de casa o un ganadero. Es innegable que cada uno se encuentra en una situación diferente y los beneficios y sacrificios que esa seguridad le acarreará son igualmente diferentes. Finalmente, cabe preguntarse si los sacrificios que esta seguridad exigirá a los sectores menos afortunados de la sociedad colombiana, en última instancia, no ahondarán las causas estructurales de la problemática nacional.
Por. Jesús Villa