viernes, 20 de enero de 2012

Campaña mundial contra la ley SOPA

Por un intenet libre de censura y en defensa de los sitios de disribucion gratuita quedan invitados a firmar en rechazo a la ley sopa

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TRES FACTORES DE UNA PERVERSA CONDICIÓN HUMANA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Política, poder económico y religiosidad fundamentalista, tres demonios que se tornan invencibles. El ejercicio de la política, en el que sobresalen los negociados, la corrupción y el clientelismo, entre otras prácticas, es, sin duda, un factor definitivo en la construcción de una condición humana maligna, inicua y perversa. A dicho factor se suman las prácticas religiosas extremistas, que generan conductas abyectas en millones de creyentes, capaces de dar la vida e incluso de matar en nombre de una deidad. Y un tercer factor que empobrece la condición humana es el poder económico, en cuyo ejercicio, todo ser humano que lo ejerce, logra ver cuán lejos puede llegar para dominar, o desaparecer si es el caso, a quienes están condenados a jugar el rol de subordinados, perseguidos o vasallos.

Estos tres factores permiten hoy develar el carácter malévolo de aquellos seres humanos que en ejercicio del poder, en cualquier tipo de organización o situación, someten a quienes se atreven a interpelar una decisión, a criticar o simplemente, a desmontar un discurso que suele resultar de la incapacidad estructural de quienes lo ejercen. Por ello es común que los más incapaces, los más ineptos, estúpidos y obedientes estén en lugares de poder, porque el sistema económico, político, social y cultural de estos tiempos, necesita de estos seres humanos para reproducir las miserables circunstancias que la sociedad humana enfrenta hoy.

Es urgente reconceptualizar los tres factores señalados. La política como tal ha terminado en un ejercicio sostenido en los intereses particulares de políticos, que se ponen al servicio de reducidas élites de poder, familias o sectores de la sociedad.

El poder económico cada vez más usa las circunstancias contextuales para someter ciudadanos que sobreviven con miedo de perder su trabajo o de no encontrar uno. Y ello se ve en todas las instituciones y organizaciones. Hoy, ante el poder económico que tienen los empleadores de disponer de los contratos y de la continuidad de los trabajadores, poco o nada se puede hacer. Estamos ante una forma de intimidación que busca acallar las voces divergentes y disonantes que dicho poder no desea tolerar. Se trata del orden criminal del que habla Galeano (http://www.youtube.com/watch?v=OriliLeU5sQ).

Y la religiosidad, aquella que resulta de la veneración fundamentalista de un único Dios, cualquiera sea su nombre, es quizás el factor que merezca, mas que una reconceptualización, su eliminación total de una nueva condición humana, que resulte de la revisión seria y responsable de los graves daños que el ejercicio de estos tres factores viene dejando en la sociedad humana.

No es tarea fácil, pero se avanzaría si se aceptara que de manera individual y colectiva, el ejercicio de la política, del poder económico y de la religiosidad, viene llevando al ser humano a los estadios más oscuros y degradantes de la condición humana.

Por ahora, seguiremos sobreviviendo en los complejos contextos que la especie humana ha construido a través de estos tres factores que de fondo esconden la fragilidad, los miedos inconfesables y el carácter siniestro de la condición humana.

Aquellos seres humanos que defienden a dentelladas la vida bajo el ejercicio casi exclusivo de estos tres factores, resultan ser formas de vida incapaces de ver los efectos nocivos de una existencia dedicada a replicar lo que por muchísimos de años viene perjudicando a millones de seres, incluyendo, por supuesto, a los animales y a las plantas.

Cali, 20 de febrero de 2012.

miércoles, 18 de enero de 2012

Literatura y política


Por Víctor Manuel Niño



La compleja realidad de los países en el mundo actual ignora conscientemente por una especie de presentismo, que la literatura es un vehículo primordial en el entendimiento de los pueblos y de su propia realidad socio política. Viendo así las cosas, no se puede entender a una expresión –llamase culta- que despliegue cualquier ortodoxia o mandamiento: es el caso de las teorías literarias que se despliegan hoy las universidades difundiendo las recetascomo dogma de la narrativa e incluso de la poesía. Desafortunamente las universidades están produciendo escritores con los oídos atentos al mercado, al bestseller y a la literatura como una profesión que produce obras de consumo masivo y de carácter sensacionalista. Pero si son profesores salen con un concepto bibliográfico de la literatura que da como resultado que sus alumnos de bachillerato jamás en su vida vuelvan a leer un libro y por eso se crean los sistemas nacionales de lectura que solo apoyaran a la gran industria editorial. Se ha olvidado completamente el deslinde, esencial obra de Alfonso Reyes (1889-1959) en  materia de teoría literaria.  Por ejemplo, la obra de Rafael Humberto Moreno Duran (1945-2005)está por estudiarse: expresa una riquísima realidad que  despliega el modo de vida de una determinada clase social . No se trata de hacer una literatura facciones.  La crisis de la literatura de lengua española ha padecido de ortodoxia y se ha refugiado en unos persistentes nacionalismos; se trata más bien de retomar el camino  que trazó Eduardo Mallea en la exploración de una realidad proscrita por la literatura de tradición española. También se suma a esta crisis, el anacronismo con que es practicada en los usos de los géneros literarios y su confusión con los acentos literarios. La literatura es de las artes la más libre por excelencia y en eso es de reflexionar el texto de Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) El descontento y la promesa.


Con este articulo, me despido  del excelente blog opinión y análisis político con el cual he venido colaborando casi cerca de un año y en el que he aprendido de sus colaboradores sobre todo a escuchary a hacer mejor cada día. Pienso que en la vida, todo pasa tan rápido, que en el hombre en su incansable marcha descansa su voluntad del Bien.









miércoles, 11 de enero de 2012

MEDIOS DE COMUNICACIÓN: UNIDADES DE NEGOCIO QUE HACEN PERIODISMO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Cada vez más los noticieros de televisión en Colombia y en general la prensa, actúan como unidades de negocio, cuyo objetivo primordial es entretener, para que sus adormecidos consumidores terminen disfrutando de los diversos desastres registrados a diario. Entretienen vendiendo información cuando no insulsa, por lo menos sostenida en hechos caprichosamente elevados al estatus de noticia, que terminan generando hilaridad o admiración, o en el mejor de los casos, conciencia episomediática (pasajera y sin anclaje histórico).

A través de tratamientos noticiosos espectaculares, periodistas y editores reconstruyen hechos y cuentan historias para cautivar receptores y animar en ellos actitudes inconscientes y posturas acríticas, que resultan apropiadas para los intereses comerciales de las empresas mediáticas y de los patronos, nacionales y multinacionales, que hacen posible que todos los días haya emisiones de noticieros y miles de periódicos, pero no por ello, la existencia de un periodismo responsable y al servicio del devenir de la sociedad.

Como simples unidades de negocio, los medios masivos de comunicación no informan para generar cambios colectivos en una sociedad sumida en la incertidumbre y en el miedo o para confrontar modelos de vida ambientalmente insostenibles, por el contrario, están para reproducir la escala de valores de un sistema capitalista al que sólo le importa el consumo, desconociendo la depredación ambiental y los efectos sociales y mentales que deja en los ciudadanos consumidores, que confían ciegamente en los hechos noticiosos presentados a diario.

En este caso, el consumo masivo, rápido e inconsciente de hechos noticiosos, espectaculares y adobados adecuadamente, no se piensa para que los consumidores reciban información veraz e imparcial, sino para que continúen aturdidos por la avalancha de hechos negativos (asesinatos, violencia callejera, violaciones, atracos), a partir de los cuales es difícil hacer disquisiciones que lleven a los consumidores a conclusiones y a certezas sobre asuntos públicos. Lo que buscan los medios masivos es confundir aún más a millones de receptores y sumar a éstos, a los pocos que hacen parte de las llamadas audiencias.

Lo cierto es que las audiencias y los receptores, que cada vez son más, están a merced de unas empresas mediáticas diseñadas para reproducir los valores y los principios más perversos de un sistema capitalista que le pone valor a todo y que usa a medios y a periodistas, y por supuesto, al periodismo como oficio, para comercializar la vida privada de famosos y de no famosos, de víctimas y victimarios de esa ya cotidiana violencia colombiana.

No hay forma de defenderse de estas empresas mediáticas. No hay contrapoder que se les oponga y logre develar sus interesadas intenciones de ‘informar’. Bueno, sí hay una posibilidad de confrontar a ese poderoso actor social, económico, cultural y político: educación, posturas críticas, lecturas cruzadas, búsqueda de fuentes alternativas de información y formación en criterio. Pero, justamente, eso es lo más escaso por estos días entre las disminuidas audiencias en Colombia.

Las complejas y difíciles circunstancias del contexto colombiano necesitan de una prensa que esté al servicio del interés público. Se requiere de un periodismo que no banalice los hechos, que no engañe, que no oculte, que no minimice hechos y decisiones. Sería conveniente una prensa que controle a los poderosos, que fustigue a los gobiernos, que informe para que las audiencias tomen conciencia y se movilicen en contra de lo que es abiertamente ilegítimo, inapropiado, perverso o inconveniente para las grandes mayorías.

Hoy en Colombia, los ciudadanos no sólo están a merced de un Estado precario y de gobiernos cada vez más hincados a los poderes locales y transnacionales, sino que son víctimas de unas unidades de negocio, autodenominadas medios masivos, que dicen hacer periodismo y que creen, a pie juntillas, que lo que entregan a diario es información útil para la vida en sociedad.

Lo que hay de fondo, también, es una profunda crisis no sólo de la forma como se hace periodismo, sino como se piensa el periodismo, si miramos el concepto de noticia con el cual periodistas y editores miran ciertos hechos y los elevan a ese estatus.

Y peor resulta el panorama para el periodismo colombiano, al ver el silencio cómplice de las facultades de periodismo, escenarios en los que poco o nada se discuten estos asuntos y en los que se siguen y se reproducen las ‘exitosas’ recetas con las cuales esas unidades de negocio hacen periodismo.