viernes, 18 de junio de 2010

CON SANTOS, TODO SEGUIRÁ IGUAL


Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

¿Qué puede cambiar en Colombia con un gobierno de Juan Manuel Santos? La pregunta arrastra las circunstancias históricas que mantienen aún la ilegitimidad del Estado colombiano, lo que permite decir, de manera conclusiva, que nada cambiará, que todo seguirá igual. Es más, es posible que todo pueda empeorar.

El origen familiar, sus compromisos electorales, su trayectoria política y la deuda moral que tiene con Uribe, obligan a Juan Manuel Santos a reproducir y mantener esas mismas condiciones de ilegitimidad estatal, pues ellas les han asegurado muy buenos réditos a las élites políticas y económicas, que de tiempo atrás han convertido al Estado en un apéndice de sus intereses particulares.

Santos representa los intereses de los banqueros y del gran capital, preocupados en concentrar aún más la riqueza en pocas manos, socializar las pérdidas del sistema financiero, mantener la inequidad y configurar un sistema jurídico-político que desconozca derechos fundamentales y restrinja la protesta social y aniquile, con la fuerza represiva del Estado, los movimientos sociales que surjan del malestar que ya se nota en amplias mayorías, por los nefastos efectos del modelo económico neoliberal.

Santos mantendrá el programa asistencialista llamado Familias en Acción, el mismo con el cual Uribe logró mantener su popularidad, con el evidente concurso de los medios de comunicación, amanuenses del gran capital. Él sabe que esas migajas generan lealtades y afectos, que en los juegos electorales resultan definitivos tal y como sucedió en primera vuelta y como sucederá este 20 de junio de 2010, cuando se realice la segunda.

Santos mantendrá las prácticas clientelistas, las mismas que le sirvieron a Uribe para cooptar al Congreso. Con un Congreso de bolsillo, Santos continuará el proyecto político y económico que de tiempo atrás apoya el gran capital nacional. Esto es, un régimen que le apuesta a la pauperización de las condiciones laborales y a la supresión de derechos ciudadanos, para asegurar que la ‘dictadura de la banca’ se consolide en Colombia, para beneficio de contadas familias y de aquellas multinacionales que ven en este país el paraíso para explotar recursos naturales (oro, platino, coltán, madera, recursos de la biodiversidad, entre otros).

Con una sociedad civil desarticulada, fragmentada y polarizada, Santos aplicará al pie de la letra las ‘recetas y recomendaciones’ del Fondo Monetario Internacional y continuará con la política pro gringa que le sirvió a Uribe para mantener la cooperación norteamericana, a pesar de que el Departamento de Estado y la CIA tenían y tienen información que lo compromete con actividades paramilitares.

Es una lástima que el proyecto de unidad nacional que propone el delfín Santos no esté soportado en la intención de cambiar esas circunstancias históricas y presentes que mantienen la ilegitimidad del Estado colombiano. Un Estado ‘privatizado ’y violador de los derechos humanos, como el que hoy tenemos en Colombia, representa el ejercicio mezquino de aquellas fuerzas de poder y de actores económicos y políticos que soportan sus triunfos y vanidades, en el hambre y en la desazón de amplios sectores poblacionales.

Del periodismo colombiano no podemos esperar sino lo mismo que hemos visto en estos ocho años de Gobierno: apoyo irrestricto a las políticas y a las acciones del gobierno. Tratamientos noticiosos irresponsables, acomodados al discurso de las fuentes oficiales y a los intereses de los capitalistas que aseguran la existencia de las empresas periodísticas. Hay que decir que por un lado van las posturas editoriales y los tratamientos periodísticos abiertamente contrarios y críticos de las acciones del Gobierno de Uribe, que medios como EL ESPECTADOR y en algunos momentos la revista Semana han asumido, y por el otro, la total inexistencia en Colombia de medios independientes, que hagan verdadera Oposición no sólo a un gobierno en particular, sino que se atrevan a cuestionar las consecuencias de un modelo económico y político diseñado para garantizar infelicidad en extensos grupos humanos.

Santos sabrá manipular a medios y periodistas, quizás mejor de lo que lo hizo Uribe, pues él tiene la elegancia, la sutileza y la frialdad para hacerlo. Finalmente, conoce mejor que nadie las dificultades y las condiciones en las cuales se hace periodismo en Colombia. Recordemos que EL TIEMPO, su casa periodística por mucho tiempo, es el mejor exponente del talante acomodaticio que ofrece la gran prensa en este país.

miércoles, 16 de junio de 2010

LO QUE HAY DETRÁS DEL PROYECTO DE UNIDAD NACIONAL DE SANTOS

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


El proyecto de Unidad Nacional que propone Santos no debe entenderse como una estrategia de campaña. La iniciativa tiene un trasfondo peligroso para el fortalecimiento democrático.

Detrás de la propuesta de Santos está el gran capital nacional e internacional, interesado en mantener las condiciones de desigualdad a través de un modelo económico que se fundamenta en una relación asimétrica entre el Estado y el Mercado, en donde el primero debe trabajar únicamente para garantizar que en el libre juego de la oferta y la demanda, los únicos ganadores sean los banqueros, los inversionistas especuladores y las élites poderosas que concentran el poder de tiempo atrás. En esa relación asimétrica, la sociedad desaparece como posible beneficiaria del crecimiento económico que se logre. La sociedad poco importa. El Estado deja de lado sus responsabilidades societales, para atraer inversión extranjera que no genera bienestar colectivo y que por el contrario, lo que busca es pauperizar aún más las condiciones laborales de las grandes mayorías.

Logrado el sometimiento de los ciudadanos a salarios miserables y a unas condiciones desfavorables de contratación, se logra doblegar tanto la voluntad política de participar de la vida pública, como el pensamiento libre y crítico, así como reducir la capacidad de exigir el cumplimiento de sus derechos.

Apoyan también dicho proyecto, los maltrechos partidos políticos tradicionales que, insepultos, quieren tomar un segundo aire con el proyecto neoconservador que representa Santos. Desaparecidos como partidos políticos organizados, fuertes y capaces de convocar a amplias mayorías y de buscar soluciones a sus demandas más sentidas, poco a poco la política, el país político y los políticos tradicionales interpretan el sentir de banqueros e inversionistas: acabar con la pluralidad política y fortalecer el unanimismo. Lograr, por fin, pasar del ciudadano políticamente activo, al ciudadano-cliente sometido a las leyes del mercado.

El paso siguiente al sometimiento de los partidos Liberal y Conservador y de los nuevos movimientos políticos como Cambio Radical y el PIN, entre otros, es la construcción de un solo partido (el de la U), lo que expresa el talante de una apuesta política sometida a un modelo económico responsable de hacer infelices a millones y millones de seres humanos no sólo en Colombia, sino en el mundo. Son los efectos de la dictadura de la banca y contra ello la política poco puede hacer.

Con el proyecto de unidad nacional se logrará someter a los pocos espacios democráticos que aún quedan en Colombia. Lo preocupante es que los principios y las expresiones de dicho proyecto de unidad nacional terminarán replicándose en espacios tradicionalmente pensados y diseñados para dar vida al pluralismo, al debate de las ideas y a la discusión conceptual: las Universidades. El primer síntoma de ello es que el pensamiento crítico, fundamento de la enseñanza universitaria, irá desapareciendo de la mano de aquellos docentes que insistan en develar las injusticias de un perverso modelo económico.

Detrás del proyecto de unidad nacional de Santos está la capacidad represiva del Estado, alimentada a través de políticas públicas como el Plan Colombia y la Política de Defensa y Seguridad Nacional. Los recursos bélicos que hoy se usan para combatir a las guerrillas, pueden usarse para reprimir focos críticos, manifestaciones públicas y el fortalecimiento de movimientos sociales en franca oposición a la dictadura de la banca. Se fortalecerá la idea de concebir un Estado vigilante del actuar ciudadano que vaya en contravía del modelo económico neoliberal.

Con el llamado que hace Santos se elimina a la Oposición en tanto su no participación se entenderá como una actitud negativa y claramente en contravía del futuro del Estado, de la nación y del país. No hay razones para que se mantenga la Oposición por cuanto el llamado ‘generoso’ que extiende Santos, simplemente no puede rechazarse.

A partir del 7 de agosto de 2010, inicia la segunda etapa de un proyecto neoconservador, esta vez en cabeza de Juan Manuel Santos. La primera etapa de dicho proyecto la dejó bien cimentada Álvaro Uribe Vélez. Lo más probable es que la tercera etapa la inicie y la termine Vargas Lleras. Ese es el juego político de la derecha en Colombia.

martes, 15 de junio de 2010

LOS RETOS DE SANTOS

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


A pocos días de la segunda vuelta presidencial y dada la difícil tarea que tienen los Verdes de superar el guarismo alcanzado por la campaña de Juan Manuel Santos en primera vuelta, podemos decir, con resignación, que Uribe será reelegido.

En el cuerpo de Santos, Uribe seguirá mandando en este país. El gran reto de Santos es demostrar que no será así. Y para ello deberá tomar distancia del estilo frentero y camorrero de un Presidente que logró polarizar a la opinión pública y llevar a niveles críticos los límites de respeto y autonomía que deben existir entre los poderes públicos.

Uribe tuvo la oportunidad histórica de cambiar el rumbo del país, pero la desperdició. Con el concurso de los medios masivos, hizo creer a millones de colombianos que el único problema de Colombia es la existencia de las Farc. Poco hizo para atacar problemas como la pobreza, la corrupción y la concentración de la riqueza. Por el contrario, en sus ocho años de gobierno los indicadores para cada uno de ellos, aumentaron considerablemente.

Si Santos logra tomar distancia de Uribe (situación poco probable), deberá trabajar muy fuerte para desmontar las prácticas criminales que se enquistaron en las fuerzas armadas de Colombia y que se expresan en los mal llamados ‘falsos positivos’. Hay organizaciones internacionales, entre ellas la CPI, atentas al desarrollo de las investigaciones y del castigo efectivo a quienes cometieron los delitos y a quienes los ordenaron.

La política al servicio del crimen y la corrupción es el sello que dejan ocho años de gobierno. Santos deberá trabajar muy duro en esa materia. De lo contrario, no será más que el clon defectuoso de Uribe. Santos cree tener perfil de estadista. Si de verdad lo tiene, lo mejor que puede hacer es edificar un gobierno alejado de las burdas prácticas y de los atajos a los cuales apeló Uribe en estos largos ocho años.

El delfín Santos deberá intentar restablecer la armonía entre los poderes públicos, especialmente con la Corte Suprema de Justicia, pues hay de por medio casos delicados como las ‘chuzadas’ del DAS, la yidispolítica, la parapolítica y el nuevo capítulo que debe abrirse en contra de grandes empresarios que apoyaron la empresa criminal de las AUC. La elección del nuevo Fiscal será el primer tire y afloje que se dé entre la Corte Suprema de Justicia y el nuevo inquilino de la Casa de Nariño.

Con un Congreso de bolsillo, muy seguramente se intentarán reformas a la justicia, soportadas en la necesidad del Ejecutivo de restarle poder a las Altas Cortes y de someter a los jueces que abiertamente decidan enfrentar con sus fallos el unanimismo político e ideológico que Uribe construyó en ocho años.

No es mucho lo que se puede esperar de la gestión de Juan Manuel Santos en materia económica, pues como declarado neoliberal, dará continuidad a las viejas ‘recomendaciones’ del Consenso de Washington. Habrá, sin duda, igual o más inversión sin que ello signifique que habrá más puestos de trabajo o el mejoramiento de las condiciones laborales para quienes hoy sobreviven en el subempleo. Es decir, mantener las condiciones favorables para las élites de siempre será el objetivo central de Santos.

Veremos si Santos tiene el talante y la decisión suficientes para tomar distancia de un Gobierno que avanzó en la guerra contra las Farc, pero que paradójicamente profundizó las circunstancias históricas que hace más de cuarenta años justificaron el levantamiento armado de las guerrillas: pobreza, concentración de la riqueza y exclusión política।



Nota: véase www.laotratribuna1.blogspot.com

sábado, 5 de junio de 2010

EL PAIS DE LOS SANTOS CORAZONES



Por Víctor Manuel Niño Rangel*

“ Las elecciones a la presidencia del país no es un partido de futbol en el que se juega con el mismo fanatismo a perder o ganar”

En Colombia, a través de su historia política han surgido aparentemente voces solitarias (o sin respaldos de partidos políticos latentes, aunque esas voces solitarias representen un partido político latente o una ideología latente) que han profetizado el desastre nacional. Es el caso del Dr. Álvaro Gómez Hurtado (1919-1995) y su movimiento de “Salvación Nacional” (1990). Esto indicaba ya claramente el desprestigio y la decadencia de los partidos políticos y de la política. Las voces solitarias surgieron ante este hecho, que había llevado al país al caos político e institucional y había instaurado un “estado intervenido”, totalmente opuesto al prudente “estado neutral” y con esto hacia un anti liberalismo que conducía al país a un estado totalitario.

Con este estado de cosas (La decadencia de la política y de los partidos políticos que en su seno debían representar la sana democracia) surgió una confusión de ideas e ideologías). La decadencia de los partidos políticos y el desprestigio de las izquierdas produjo una oleada de movimientos y personajes que se introdujeron en la vida política nacional con un sacralismo ajeno al deseo legitimo de la política de conducir al país hacia un estado de bienestar. Entonces fueron comunes, movimientos políticos que encarnaban los nombres de los personajes que sacralmente deseaban el bien político nacional hasta la actualidad ¿Este estado de cosas creó una legitimación de la irracionalidad política?

La intervención del estado a su vez creó la intervención eclesiástica en la vida política nacional, y en la conciencia nacional expresa lo que debe ser privado (las creencias religiosas); fue en plena constitución de 1991 que uno de sus actores de izquierda pidió la intervención del clero en el acontecer político, hasta el punto que hoy día algunos usan el pulpito para recomendar o condenar candidatos políticos. Por lo mismo creó la intervención de los gobernantes de una manera latente o directa en las campañas políticas en vez de garantizar la neutralidad.

Esas voces que pretenden la salvación nacional es un síntoma claro de la irracionalidad a la que se ha conducido a la política y a un estado claramente anti liberal que había desfigurado a los partidos políticos tradicionales fusionándolos en sus intenciones y configurando un frente nacional. La exitosa polarización del país con el conflicto político interno, logro exaltar la conciencia nacional entre amigo y enemigo y su internacionalización. Lo que empezó con el grande Miguel Samper
(1825-1899) erradicar la inseguridad como causa primera de la miseria, se convirtió en su sacralización. En suma, la vida política nacional se ha caricaturizado, convirtiéndose en su futbolizaciòn. L a política no es un partido de futbol, en el que se juega a perder o ganar, y en el que se emplean los mas trabajados trucos publicitarios, en el que se aprovecha del conocimiento del alma del pueblo para manipular encendiendo el nacionalismo, el esquelético amor propio y el sentido de la humillación. Samper ya había hablado de la “transacción política” que no es lo mismo que un “frente nacional” o la llamada “unidad nacional”, la situación particular de un país y la esencia de los llamamientos políticos dicen otra cosa.

La terrible estratificación social del país y el crecimiento irracional de la población ha beneficiado este estado de cosas, y ha sacralizado la pobreza (¿tomado de algunas ideas de izquierda teológica?) dando dádivas y empleos. ¿Han cambiado lo que simplemente debe ir hacia justicia social, por un complejo entramado futbolístico


*Escritor
Boloña, 05-06-2010